Revista Coaching
Existe cierta paz que consiste en la ausencia de dificultades y de cualquier tipo de molestia. Cuando estamos inmersos en esta paz podemos pensar que hemos alcanzado la plenitud o que somos muy espirituales, pero lo único que ocurre es que hemos ido sorteando las dificultades o estas simplemente no han aparecido por un tiempo. Esta paz se convierte en un apego como el que podríamos tener a un objeto o a una persona, nos aferramos a ese bienestar pero no es posible que este permanezca. Cuando estamos sumergidos en esa falsa paz cualquier tipo de contrariedad nos disgusta enormemente por lo que en un segundo pasamos de la paz a la desazón.Podemos darnos cuenta de que estamos apegados a esta paz cuando todo nos molesta exageradamente o tenemos mucho miedo de afrontar cualquier cambio o no tenemos fuerzas para hacer ninguna gestión que implique mucho esfuerzo.
La verdadera paz consiste en tener la madurez y la fuerza espiritual suficientes para afrontar todos los desafíos que nos depara la vida y ayudar a las personas que se encuentran a nuestro alrededor. Y si la fuerza nos falta pedir ayuda.
La falsa paz nos paraliza y la verdadera paz nos empuja a actuar.