Antonio Aponte.
La falsificación es un arma fundamental en la lucha política, en la verdadera, en aquella donde se disputan el poder dos clases sociales con proyectos incompatibles. La otra, la disputa entre fracciones de la oligarquía, esa no, allí sólo hay mentiras nunca falsificaciones, es politiquería.
La falsificación es profunda, no es un maquillaje, es un cambio genético, se manipula el DNA teórico. Consiste en convertir la teoría revolucionaria en reaccionaria, en interpretarla de manera torcida, en falsificarla. Han conseguido con este método convertir a Marx, Lenin, Fidel, el Che, y hasta a Bolívar, en agentes contrarrevolucionarios, así justifican cualquier trastada.
Esta es la esencia de la falsificación: convertir a la teoría revolucionaria en reaccionaria. Además alegan que esta falsificación es “refrescamiento de la teoría”, “adaptación a los nuevos tiempos” y diez mil cluequeras más. Falsifican y al mismo tiempo desprestigian a la verdadera teoría calificándola de anacrónica y vieja, como si la Revolución fuese un asunto de moda.
Se comprende que la falsificación es un arma eficientísima del capitalismo, es manejada con destreza por la pequeña oligarquía porque
la falsificación tiene otra cualidad, es un maquillaje casi perfecto, le calma la vergüenza, disfraza el deslizamiento al campo enemigo. Hubo ministros que por esa vía hasta justificaban pertenecer a un gobierno burgués y dormían tranquilos, bien con
Dios y con el diablo.
La falsificación es difícil de detectar. Sus teóricos otrora fueron revolucionarios, así se les facilita el engaño, la doctrina viene arropada con verbo revolucionario, hablan de dialéctica, de fuerzas productivas, hasta de proletariado hablan.
¿Cómo reconocerlos? Para identificarlos hay que ir a la esencia de la teoría revolucionaria:
“La teoría revolucionaria es para hacer la revolución”. Es así, si se pretende usarla para justificar no hacer la Revolución, entonces, elemental, no es revolucionaria. Para detectarlos es útil recordar la sentencia de Fidel:
“El deber de los revolucionarios es hacer la Revolución”. Lo que significa que siempre habrá condiciones, nada justifica
“sentarse en la puerta de su casa a ver el cadáver del capitalismo pasar”, o lo que es peor, el absurdo de aliarse al capitalismo para derrocarlo.
Los revolucionarios se distinguen por su audacia teórica y práctica para intentar hacer la Revolución. Pensemos en Fidel, imaginemos a estos falsificadores, que allá los había, intentando frenar el asalto al Cuartel Moncada. ¿Qué argumento utilizaron? “No es posible la Revolución en Cuba”,”estamos muy cerca del imperio”, “etapa de transición larga, el Socialismo será para el futuro,” y diez mil cluequeras más. Menos mal que aquellos revolucionarios tenían claro su deber. Menos mal que Chávez no le prestó oídos a las falsificaciones. Y demos gracias a Dios que Bolívar no atendió esas falsas teorías. De haber sido así, hoy estaríamos con el Rey de España mandando.
Son tiempos de falsificadores y de falsificaciones, éstas son cómodas a la pequeña oligarquía. Una de las principales tareas de la Revolución es derrotar y evidenciar a las falsificaciones.