Hace poco más de dos meses os contaba en este blog la historia de la zorra y la gallina, una historia que había tenido la suerte de vivir en primera persona y que me había enseñado que nunca te puedes fiar de las primeras impresiones.
Pues tal como había pronosticado mi tío, la raposa estaba preñada y parió a su camada en la misma madriguera en la que había criado los dos últimos años. En previsión de lo que iba a pasar, unos meses antes había colocado una cámara de fototrampeo para ver cómo se desarrollaba la crianza.
Los cachorros salieron por primera vez de la madriguera el 14 de abril, por lo que teniendo en cuenta que estos primeros escarceos suelen ocurrir aproximadamente a las cuatro semanas de vida (Barrull & Mate, 2015), el parto habría tenido lugar a mediados de marzo.
Gracias al seguimiento realizado con la cámara de fototrampeo pude confirmar que la camada este año había sido de 3 cachorros, dos menos que en 2015, y que durante las primeras semanas su actividad se concentraba sobre todo desde un par de horas antes de oscurecer hasta un par de horas después de la salida del sol, aunque podían salir de la madriguera a cualquier hora del día. La mayoría del tiempo lo dedicaban a jugar entre ellos y a pasear alrededor de la madriguera esperando a la llegada de sus padres.
Aunque casi siempre era la hembra la que acudía a alimentar a los cachorros también aparecía el macho de vez en cuando, al que se reconocía fácilmente por su mayor tamaño y porque no tenía una línea negra muy marcada en la base de la cola. Las presas que aportaban los padres eran en su mayoría roedores y pequeños pájaros, aunque sorprendentemente fueron varias las ocasiones en las que acudían con barras de pan que eran muy bien recibidas por los cachorros. Al principio no sabía muy bien como las conseguían, luego caí en la cuenta de que en uno de los prados cercanos donde pastaban unos caballos, sus dueños les llevaban de vez en cuando barras de pan duro, así que los raposos solo tenían que esperar un poco para coger el pan sobrante.
Al revisar la cámara comprobé que algo había fallado, ya que no había grabado los dos últimos días que estuvo instalada, así que la sustituí por otra y allí la dejé hasta el pasado día 20 de mayo. Durante esos días el comportamiento de los cachorros no cambió prácticamente, aunque las visitas de los adultos se distanciaron más y su actividad fue prácticamente nula durante las horas centrales, siendo más activos durante las primeras y las últimas horas del día.
Las presas aportadas siguieron siendo roedores y pequeños pájaros, que los adultos llevaban siempre en la boca y normalmente depositaban a la entrada de la madriguera, aunque algunas veces las dejaban más lejos porque los cachorros aparecían con ellas en la boca. También siguieron llegando con trozos de pan y en una ocasión con una hogaza de grandes dimensiones que causó un gran alborozo entre los cachorros. La presa más extraña que aportaron fue un cadáver de una gaviota patiamarilla adulta, que probablemente habría sido encontrada muerta y que por cierto apenas fue consumida, ni por los cachorros ni por los adultos.
Los juegos siguieron siendo la actividad que más tiempo ocupaba en la vida de los cachorros, pero curiosamente el comportamiento de los tres fue muy diferente. Mientras uno de ellos era más solitario y solía pasar mucho tiempo dentro de la madriguera, los otros dos jugaban siempre juntos y eran mucho más activos que su hermano.
El día 12 de mayo a las 08:23h se observó por última vez llegar a un adulto con una presa. Ese día llovía intensamente y la hembra dejó el ratón dentro de la madriguera sin que los cachorros salieran a recibirla en la entrada como en otras ocasiones. A partir de ese momento la cámara no registró ninguna actividad hasta el día 15 a las 07:15h, cuando la hembra apareció de nuevo olisqueando en las proximidades de la zorrera durante unos segundos para marcharse inmediatamente después. La siguiente imagen que registró la cámara la tomó dos días después, el día 17 a las 17:47h, cuando una marta estuvo investigando el entorno de la madriguera.
Cuando el día 19 recogí la cámara, observé que en la entrada de la madriguera había una telaraña vieja, por lo que no había duda de que ya hacía unos días que nadie había pasado por allí. No puedo saber lo que ocurrió con los cachorros porque aparte de la entrada principal, la zorrera tenía al menos otras dos entradas por las que pudieron salir sin quedar registrados.
No es del todo raro que durante la crianza, la madre cambie a los cachorros de madriguera si nota molestias en las proximidades o incluso por motivos higiénicos, cuando los excrementos de los cachorros se acumulan en el interior y la proliferación de parásitos se hace insoportable (Barrull & Mate, 2015). En este caso la madriguera estaba en una finca privada, el lugar es muy discreto y las cámaras nunca registraron ni imágenes ni sonidos de personas en los alrededores. En cuanto a mi presencia en la zona, solo fuí en dos ocasiones a cambiar las cámaras en las horas de menor actividad, y después de la última visita la cámara siguió registrando el comportamiento habitual de los cachorros y los adultos durante los días siguientes.
Las cámaras siguen colocadas, tanto en la entrada de la madriguera como en uno de los pasos que usan habitualmente en las proximidades, así que espero que no les haya pasado nada y pronto pueda contaros algo más de la familia de la raposa.
Referencias
Barrull J & Mate I (2015) El Zorro. Monografias Zoologicas, Serie Ibérica, Volumen 3. Tundra Ediciones. Castellón