"Con él, fundar una familia sería dar comienzo a un Proyecto cuya finalidad última los trascendía como individuos porque apuntaba al progreso social.
–Lo más importante, lo más definitivo, es aportar seres al mundo.
–¿Te refieres a tener hijos?
–Por supuesto, Laurita. Piensa que si no los tuviéramos, incluso estando casados y con todos los papeles en regla, no seríamos una familia, solo seríamos una pareja, dos personas sin vínculos de sangre, estériles e inútiles.
Para fundar una familia hace falta que nazca un hijo. Y cuantos más hijos haya, más vínculos de sangre, más familia. Dibujaremos un mapa que muestre claramente quiénes somos, dónde estamos y a qué aspiramos. Un mapa familiar. Cuando estemos desorientados, bastará con mirarlo para encarrilarnos de nuevo. Nunca nos perderemos".
Ansiaba esta nueva novela de Sara Mesa con elevadas expectativas, no podría ser de otra manera. Lo que me he encontrado me ha sorprendido, no me esperaba algo así, y es que en “La familia” he notado un cambio importante de registro. El escrito es extraño, bastante diferente a lo que nos tiene habituados la autora, pero algo “distinto” no tiene porqué ser malo, y en este caso no lo es, de hecho, estoy convencida de que nada que provenga de la pluma de esta mujer podría serlo. He percibido esta historia algo desmadejada y así va a ser también mi opinión sobre ella.
“La familia” no es una historia al uso, ni siquiera puede que sea una historia, en realidad tampoco tengo muy claro qué es lo que he leído. . . Lo único que tengo claro es que en "La familia" se habla de eso, de una familia, eso sí, bastante atípica y disfuncional. Aunque tal vez pensándolo bien, no sea tan fuera de lo común como pueda parecer, seguramente existan muchas así, más de las que nos podamos imaginar.
Aquí no hay un comienzo, ni un final, ni siquiera un argumento. Hay personajes, capítulos dedicados a los miembros de esta misma familia, pinceladas de cada uno, contando sus vivencias a destiempo, con saltos continuos que al principio descolocan, pero a los que luego te acostumbras. Tan pronto se nos está contando algo del pasado, como que inmediatamente después se nos lleva a la vida presente, al futuro. Tan pronto se nos habla de uno de los hijos, como que al momento pasa a hablarnos de otro hijo, o del Padre, o de la Madre, o de la Vecina. Se podría decir que la mayoría de los capítulos son un esbozo de una vida, de una forma de ser y de comportarse, de una personalidad. Una parte del retrato individual que después tendremos que ir juntando en nuestra cabeza para completarlo, y poder entender al final de todo, cuál es el papel que juega cada miembro.
Componen la familia, el Padre, la Madre (Damián y Laura) y sus tres retoños: Damián-hijo, el mayor, el mas influenciable, el gordito estudioso que odia estudiar, pero que le encanta leer cómics, aunque no le dejan. Rosa, la cleptómana, siempre enfurruñada, cabezota, hostil, la rebelde que solo pedía que la dejaran en paz. Aquilino, el pequeño, el gracioso, el más listo y voluntarioso e independiente, el encantador. Y Martina, sobrina y prima adoptada por sus tíos cuando muere su madre, que intenta en vano integrarse como puede, como le dejan, lista y cautelosa, con las paletas separadas y el pelillo de rata, graciosa y más bien fea. También el hermano de Madre, el tío Oscar, la vergüenza de la familia, siempre gritando, diciendo tacos, contando chistes guarros, provocando e incitando constantemente al conflicto y a la rebelión.
Martina seguía sin entender algunas cuestiones de su nueva familia. ¿Por qué los dormitorios se habían convertido, de un día para otro, en lugares prohibidos? ¿Era un castigo por algo que ella había hecho sin darse cuenta? ¿Por lo del cuaderno y el candado? Pero había más preguntas. Si Padre era un abogado tan importante, con tanto trabajo como decía tener, ¿cómo es que no iba a la oficina por las tardes? ¿Por qué no tenían televisor, como todo el mundo? ¿Por qué no podían salir a jugar a la calle con los demás niños? Martina intentaba contagiarse de ese espíritu colectivo, pero no le salía. Miraba todo desde un ladito –desde el ladito oscuro– y le bullían las tripas por un motivo que nada tenía que ver con el hambre, aunque, en cierto modo, se le parecía.
El conjunto es un clan, una tribu regida por la rectitud y la obediencia, una familia un tanto anómala que hace lo posible y lo imposible por mantenerse unidos, pasar tiempo juntos pero de forma forzada. Todo resulta forzado en esa casa, porque Padre impone sus estrictas ideas, su estricto modo de ver el mundo, de educar, sin televisión, sin coche, una casa sin secretos, donde hay que medir cada palabra, nada de gritos, de blasfemias, de insultos, opresión en el ambiente. . . opresión constante. A los niños no se les permite jugar en la calle con los demás niños, y eso de poder hablar con franqueza, al final es solo teoría, ya que en la práctica, si alguien expresa su opinión sobre algo, Padre le quita en seguida la idea de la cabeza con sus argumentos dictatoriales. Todos guardan secretos, mentiras, en definitiva todos fingen porque nadie puede hacer lo que de verdad le gusta. Todo viene impuesto.
Una cosa es el deseo de mantener a salvo la intimidad, lo que es muy comprensible, y otra es que nos andemos con secretos. Los secretos nunca son buenos. Al revés, son nocivos, se usan para tapar asuntos feos. ¿Por qué si no son secretos? Es mejor no tener nada que ocultar, ir con la cabeza bien alta y no esconderse.
Los personajes resultan incómodos, inadaptados. Padre es el protagonista estrella de la novela, porque es el que lleva la batuta autoproclamándose el educador moral de los suyos. Un tipo curioso, obsesionado con tener una familia modelo, de “las de verdad”, con esposa y muchos hijos, cuantos más mejor. Estrictamente recto, no religioso, reniega de la Iglesia, pero es fiel seguidor y admirador de la obra de Gandhi, severamente autoritario, tiene su particular forma de ver la vida y eso es lo único que permite y le vale. Madre, es la típica esposa sumisa, influenciable adoradora del pater de familia, que no tiene mucho que decir ni que decidir en ese patriarcado en el que vive.
Con esta novela me ha pasado algo que no es la primera vez que me pasa: la termino con un ligero regusto amargo, porque como ya os he comentado no existe un final nítido, bien dibujado, es simplemente dejar de narrar, parar en un punto y ya… Pero tras darle y darle muchas vueltas, llego a la conclusión de que me ha gustado más de lo que creí recién acabada la lectura, creo que la obra tiene mucho más valor de lo que en un principio le he otorgado en mi cabeza, y hoy, después de dos días pensando en ello, considero que “La familia” es una novela muy original, escrita de una forma muy peculiar y para nada fácil, un producto final que solo una grande, solo Sara Mesa podría haber creado.
Resumiendo: "La familia" es como una pequeña rendija entreabierta a un mundo interior que, visto desde fuera puede parecer modélico, ideal, feliz, completo, pero no, porque como suele decirse, en todas las familias cuecen habas y los trapos sucios se lavan en casa. Un retrato de la influencia que puede tener el exceso de autoridad en la vida y forma de pensar de los hijos, o de los miembros de cualquier sociedad, que perdura incluso en la edad adulta.
¿
Os la recomiendo? Sí, por supuesto, pero os diría quizás que, si no habéis degustado todavía a Sara Mesa empezarais por otra de sus novelas, mis preferidas son y siguen siendo “Cara de pan” y “Un amor”. Pero si ya la habéis disfrutado en alguna ocasión, si ya la conocéis, os invito a adentraros, inmiscuiros en esta “Familia” con la mente abierta, sin expectativas determinadas y que una vez acabada, la dejéis reposar en vuestra cabeza un tiempo, que no os apresuréis en vuestra crítica, que no os dejéis llevar por la inmediatez de lo percibido. ¿Mi preferida de las cuatro leídas hasta ahora? (contando también con "Cicatriz") Claramente me quedo con "Un amor"No puede ser que cada uno vaya a lo suyo, sin convivir y sin comunicarnos. ¡No olvidéis que somos una familia!Mi nota esta vez es la máxima, para variar, dicho sea irónicamente: