Revista Cultura y Ocio

La fatalidad

Por Calvodemora

 La fatalidad emponzoña el campo fértil, esquilma la virtud, carcome los tallos prósperos, apaga la vela más firme, revienta la placenta de la dicha. 

La fatalidad es imprevisible, camina a su antojo sin que nada la ate, no obedece a consejos, no se arredra de sus bárbaro recado, no tiene ni tiempo de ver el desmán que produjo. 

La fatalidad es ciega, es sorda, es muda: cubre de moho el pétalo limpio, carcome el ojo que lo observa. 

La fatalidad te estampa en la cabeza la mierdecita del jilguero o te hace cruzar cuando gira el coche imprevisto o te hace decir lo que no querrías o callar cuanto debiera haber sido dicho. 

La fatalidad tiene su turbamulta de alucinados que la corean cuando hace su trabajo. Hay religiones que se levantaron para entenderla. 

La fatalidad es una carta marcada, un idioma secreto, un sindiós: pertrechada de infamia, avanza con loco afán y no conoce cansancio ni desánimo  

La fatalidad deshace el fulgor de la belleza, destensa el arco de la luz, irrumpe con su acopio de mugre y enturbia cualquier promesa de dicha. 

La fatalidad es un descuido de Dios, una evidencia del imperio de la maldad, una pandemia incansable, un verso con todo el cáncer de la metáfora más cruel. 

La fatalidad es imposible de gobernar, no hay instrucciones, ni se la puede persuadir ni rebajar: transcurre a ciegas, no se obedece ni a sí misma, no se calma ni cuando se ha colmado de odio. 


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