Escribo estas líneas los últimos días de mayo, después de la festividad de Corpus Christi. Y aunque la celebración es privativa de la Iglesia Católica desde el siglo XIII cuando la promovió Santa Juliana de Lieja, las ideas tras el cuerpo y la sangre de Cristo se sostienen irredentas en el amor, el sacrificio y la paz.
El mensaje de Jesús a sus discípulos ( " Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. [...] y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he encomendado a ustedes. Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de la historia" Mateo 28:19-20) resuenan en todas las denominaciones cristianas y el mensaje del Cristo es -debía ser- de permanente guía y orientación, más allá incluso de su religiosidad.
Un estudio de población de 2010 (Datosmacro) arrojó que más del 94% de la población boliviana profesaba alguna religión basada en la fe en Cristo Jesús (el LAPOP 2009 del Latinbarómetro calculó que la suma de católicos, evangélicos y protestantes era del 94,7%, similar a la de Datosmacro; el 96,4% si se adicionaban mormones), podemos suponer con bastante certeza -a pesar del sesgo de animismo y tradiciones "ancestrales" y de la política definitivamente antieclesial del Estado masista (aunque la CPE de 2009 en su artículo 4 declara que " El Estado respeta y garantiza la libertad de religión y de creencias espirituales, de acuerdo con sus cosmovisiones y los reafirma en los siguientes artículos 21, 86 y 104, casi en la práctica letra mórbida ) - que la variación negativa en la religiosidad nacional durante este período de orientación indianista no ha sido significativa porque en el período 1970-2010 el promedio de los adscritos a una fe cristiana (católicos, protestantes y evangélicos, estos dos últimos en sus diversas denominaciones) era el 96,37%, supondríamos que hoy una mayoría del total de población (alrededor del 90%) sigue considerándose cristiano, aunque su nivel de práctica y compromiso sea muy variable, y entonces podríamos considerar que el mensaje cristiano de amor, solidaridad/caridad y paz -parte indisoluble de las versiones de la Biblia para cada una de ellas, así como en el Libro del Mormón- estaría fijado en nuestra población, con independencia de la lengua que hable y del lugar donde nazca.
Entonces, ¿qué nos pasa? ¿Acaso ha sido también en nosotros el pecado de soberbia de los descendientes de Cam cuando deciden al llegar al Sinear ( actual Mesopotamia) construir "una ciudad con una torre que llegue hasta el cielo. Así nos haremos famosos" (Génesis 11:4) que llevó a Yaveh a decirse: "confundamos ahí mismo su lengua, de modo que no se entiendan los unos a los otros" (Génesis 11:7) ? No, definitivamente no.
Porque si esa falta de amor, de solidaridad y caridad y de paz -que en la Biblia alcanza cúlmenes en las parábolas del Buen Samaritano (Lucas 10:25-37) y de la Mujer Adúltera (Juan 8:1-11)- es la expresión de lo que Santiago (3:14-16) llamó si te vuelve amargo, celoso, peleador, no te fíes de [esa sabiduría] , que eso sería mentira. Esa clase de sabiduría no viene de arriba sino de la tierra, de tu propio genio y del demonio. Y donde hay envidia y ambición habrá también inestabilidad y muchas cosas malas en contraposición con la sabiduría que viene de arriba es, ante todo, recta y pacífica, capaz de comprender a los demás y de aceptarlos; está llena de indulgencia y produce buenas obras, no es parcial ni hipócrita. Los que trabajan por la paz siembran en la paz y cosechan frutos en todo lo bueno (3:17-18), entonces nuestra falta de entendimiento -los masistas entre ellos y los opositores igualándoles en esos yerros, muchísimas veces contra sus cercanos- es expresión de una sabiduría parcial, hipócrita . Una falta de sabiduría de angas y de mangas.
Pueblo cristiano, pueblo de Dios -no importa la denominación religiosa a la que se adscriba-, el boliviano debe retornar a la enseñanza moral de fraternidad, solidaridad y paz, al entendimiento entre bolivianos, no importa qué afinidad ideológica o política tengamos. Sólo entonces no nos pareceremos a los hombres que quisieron falsamente edificar un edificio que llegue hasta el cielo -el templo Etemenanki, la Torre de Babel bíblica- pero terminaron dispersos e incomunicados a ras sobre el suelo. Como nos pasará -si así llegáramos- a fines de 2025.
P.d.: Soy neófito en teología pero, como cristiano y opinante, comprendo la gravedad a la que nos abocamos (y la ceguera de quienes no quieren verla). Gracias.