La creencia como instrumento es siempre una entrega al azar, a la desconocida determinación mecánica del hombre común. La Fe es ciega, pero palpa el camino y no se equivoca en la dirección: “no sé lo que es, pero sé lo que no es”. Por eso la Fe sirve para obrar.
La Fe, si bien posee la anterior característica, va mucho más allá en su potencial y sirve para transformarse; al transformarse, el nuevo individuo ha transformado la realidad anterior. El mundo también ha cambiado.
La Fe es dinámica, porque es viva como materia repleta de potencialidades. Si la creencia es droga, la Fe es explosiva y su expansión depende del tratamiento que se le dé. Alquímicamente, es desencadenante de poderes ocultos en uno mismo, mucho más que la creencia; lleva en ella la acción y el poder sobre el mundo. En ese sentido es mágica.