Las fotografías de unos sesenta asesinos etarras, libres tras la derogación de la doctrina Parot por el Tribunal de Estrasburgo, reunidos para exigir la autodeterminación del “pueblo vasco” y la amnistía de otros 500 encarcelados, producen estupor por esas pretensiones, pero también porque sorprende ver a tanta gente junta uniformada en la fealdad física.
Esos rostros agrestes y desagradables suman muchas decenas de asesinatos y recuerdan a un coro de máscaras de aciaga tragedia griega.
Sólo su portavoz, cuyos apellidos señalan al “pueblo vasco”, López Ruiz, alias “Kubati”, suma condenas por 1.210 años de cárcel, de los que sólo cumplió 26, por 13 asesinatos consumados y 16 frustrados.
En cualquier grupo humano que se estudie es imposible ver la belleza o la fealdad absolutas, por lo que esta imagen de tanta monstruosidad apiñada es histórica, incluso científica.
La anomalía de todos esos hombres y mujeres no puede ser innata, sino muestra de una maldad interior que los degeneró.
Nacer feo no hace al malvado, sino que la maldaddel odio crea seres repulsivos. Por eso se equivocaban Platón, San Agustín y el criminológico positivista Cesare Lombroso, que defendían lo contrario.
Los terroristas excarcelados se reunieron para renunciar teatralmente la violencia y aceptar la legislación española, como habían hecho antes otros etarras no favorecidos por la sentencia de Estrasburgo.
Pero no tienen intención de mirar atrás y condenar sus acciones, sino sólo decir que sienten el daño causado.
Un periodista de Intereconomía, una televisión muy de derechas, se atrevió a preguntarles si se arrepentían, y ellos lo echaron del encuentro, ante la pasividad de sus colegas.
Periodistas: nuestro silencio, y trato comprensivo con el filoterrorismo durante medio siglo contribuyó a que esta gente resultara repugnante, disimulándolo, y a que muchos de nosotros termináramos contaminados.
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SALAS