A veces sucede que encuentras en tu nevera un producto que está a punto de caducar y no tienes más remedio que consumirlo, aunque inicialmente tenías previsto comer otra cosa ése día, así que al final cambias tu decisión y terminas cocinando lo que está a punto de estropearse, aun cuando no te apetece, sólo por no tirarlo. Esto mismo sucede en nuestra vida diaria cada vez que hacemos cosas que no deseamos, sólo porque ya estaban ahí, por obligación o por el qué dirán y esto hace que la fecha de caducidad de nuestra felicidad se precipite.
Y eso por no decir lo mucho que nos preocupa pensar si nos sentará mal comernos un producto ya caducado, aun sin haberlo probado. Es mejor que no le des más vueltas a lo que pueda pasar y lo tires, porque otra cosa que intoxica y hace caducar tu felicidad es preocuparte por cosas que aún no han sucedido en tu vida pero temes, impidiéndote vivir el momento presente.
No sé si a ti te ocurre, pero a mí me sucede que casi todas las semanas compro los mismos productos, que suelo reponer cuando se terminan y por este motivo, casi siempre hago la lista de la compra rápidamente, porque me la sé de memoria. Bien es cierto que en la cocina cuando te acostumbras a hacer lo que ya sabes que te funciona, dejas apartado la posibilidad de preparar nuevas recetas, porque prefieres seguir en la monotonía conocida, que arriesgarte a probar algo que tal vez no te va a gustar o no te va a salir bien. La rutina es uno de los mayores enemigos de la felicidad y hace que su fecha de caducidad se acelere. Así, cuando estás pasando por una situación de monotonía en la que todos los días te parecen iguales, si añades nuevos ingredientes a tu vida puedes alcanzar nuevos estados de felicidad que desconocías, pero debes atreverte. No hagas siempre lo mismo y cambia algo. Por muy insignificante que pueda parecer una pequeña modificación en tu vida, siempre constituirá un gran empuje y te ayudará a prolongar la fecha de caducidad de tu felicidad.
Tampoco debemos olvidar esos momentos en los que paseamos por un centro comercial y llenamos nuestro carro con nuevos artículos de los que nos hemos encaprichado, pero una vez adquiridos, nos damos cuenta que éstos no han producido en nuestra vida el cambio que esperábamos y entonces nos sentimos más insatisfechos e infelices que antes, porque vemos cómo esa "adquisición" no ha conseguido llenar nuestras expectativas y en realidad nos aleja aún más de la felicidad. De nuevo entra en juego la fecha de caducidad, porque aquello que no forma parte de nuestra vida y tanto deseamos, ya sea una experiencia, una persona o un objeto, nos deja de interesar en cuanto pasa a formar parte de nuestra vida y así vamos atesorando instantes de felicidad caducados que nos producen más monotonía y aburrimiento.Otras veces compramos productos que tienen una fecha de caducidad muy tardía, los guardamos en un armario y nos olvidamos de ellos, pensando que ya los consumiremos más adelante y al cabo del tiempo nos damos cuenta que han caducado. Esto mismo nos ocurre cuando posponemos lo que deseamos hacer para más adelante, pensando que tendremos tiempo y entonces las circunstancias de tu vida cambian y nunca puedes llevarlo a cabo y te pierdes el momento en el que había sido posible hacerlo, volviendo a caducar una vez más tu posibilidad de felicidad presente.Y si la felicidad tiene fecha de caducidad ¿qué ocurre con los seres humanos? porque nuestra fecha de caducidad no se produce exclusivamente al morir, se produce cuando nos quedamos paralizados y perdemos las ilusiones, las ganas de seguir adelante y la capacidad para reinventarnos a nosotros mismos. Nuestra fecha de caducidad es un pasaporte hacia ninguna parte, hacia aquel lugar donde no te gustaría viajar, pero en el que has estado demasiadas veces.
Nuestra vida está formada por esos momentos de espera que vivimos resignadamente pensando que cuando terminen llegará la verdadera felicidad y es justo en ese instante cuando nuestra felicidad caduca, porque ya no aprovechas el presente, que aparece en tu vida como un momento único e irrepetible para ser feliz. Por eso no dejes nunca de tener una ilusión o de luchar por un sueño. Un sueño no tiene por qué ser una meta inalcanzable y alejada de la realidad. No pienses en aspiraciones imposibles y dime tan sólo qué te gustaría hacer hoy, piénsalo detenidamente, porque aquello que desees hoy se convertirá en la materialización de tu sueño y en la posibilidad de tu felicidad presente, la única que tenemos. No te engañes a ti mismo pensando que lo mejor está por llegar, porque lo mejor es lo que tienes ahora y de ti depende el que así sea.
Así que, si alguna vez piensas que tu problema es que no eres feliz, tal vez el secreto está en saber aceptar que todo en la vida tiene un principio y un final y que para todo existe una fecha de caducidad. Algunos periodos de tu vida serán de gran tristeza y otros de gran felicidad, por eso debes vivir intensamente aquellos momentos en los que la felicidad llame a tu puerta e intentar prolongar la fecha de caducidad de ese instante y cuando estés triste o desanimado, el recordar los momentos felices que has vivido te ayudará a vencer los paisajes de dificultad por los que a veces la vida te hace caminar.
¿Cuánto quieres que dure tu felicidad? Puede que tu felicidad no sea eterna ni dure para siempre, pero de ti depende su fecha de caducidad.