Hay muchas maneras de animar a leer, pero ya no es únicamente la importancia de la lectura. Es el hecho mismo del libro. El libro como caricia. El libro como abrigo. El libro como oración. El libro como consuelo. El libro como refugio. El libro como delirio. El libro como madre. El libro como sexo. El libro como droga. El libro como fuego. El libro como bálsamo. El libro como paraíso. El libro como hijo. El libro como Dios. El libro como espejo. El libro como sueño. El libro como hambre. El libro como sed. El libro como alimento. El libro como agua. El libro como temblor. El libro como descanso. No podría uno terminar de inventariar lo que hay dentro de un libro. Está el infinito. Está el amor. Está la vida. Está la muerte. Está el abrazo. Está la salvación. Está la inteligencia. Está la belleza. No hay otro objeto en el mundo que contenga el mundo entero en su interior. Hoy hemos festejado que exista. No debería haber ni un solo día en que no celebremos su presencia. Lo dice Irene Vallejo en su espléndido libro. No hay instrumento mejor hecho. Es una extensión de nuestro cuerpo, escribió Borges. Es el más asombroso. Es una prolongación de la memoria y de la imaginación. Después de la facultad del habla, la de escribir es la más noble. Después de la facultad de escuchar, la de leer se antoja la más digna. Las religiones se han cimentado alrededor de la aureola mágica de los libros. No sabemos si esos libros sagrados fueron una emanación de la divinidad o son trasunto humano, evidencia de nuestra fragilidad y de nuestro deseo de perdurar y que no todo finalice cuando irrumpe la muerte. La felicidad es un libro.
Revista Cultura y Ocio
Hay muchas maneras de animar a leer, pero ya no es únicamente la importancia de la lectura. Es el hecho mismo del libro. El libro como caricia. El libro como abrigo. El libro como oración. El libro como consuelo. El libro como refugio. El libro como delirio. El libro como madre. El libro como sexo. El libro como droga. El libro como fuego. El libro como bálsamo. El libro como paraíso. El libro como hijo. El libro como Dios. El libro como espejo. El libro como sueño. El libro como hambre. El libro como sed. El libro como alimento. El libro como agua. El libro como temblor. El libro como descanso. No podría uno terminar de inventariar lo que hay dentro de un libro. Está el infinito. Está el amor. Está la vida. Está la muerte. Está el abrazo. Está la salvación. Está la inteligencia. Está la belleza. No hay otro objeto en el mundo que contenga el mundo entero en su interior. Hoy hemos festejado que exista. No debería haber ni un solo día en que no celebremos su presencia. Lo dice Irene Vallejo en su espléndido libro. No hay instrumento mejor hecho. Es una extensión de nuestro cuerpo, escribió Borges. Es el más asombroso. Es una prolongación de la memoria y de la imaginación. Después de la facultad del habla, la de escribir es la más noble. Después de la facultad de escuchar, la de leer se antoja la más digna. Las religiones se han cimentado alrededor de la aureola mágica de los libros. No sabemos si esos libros sagrados fueron una emanación de la divinidad o son trasunto humano, evidencia de nuestra fragilidad y de nuestro deseo de perdurar y que no todo finalice cuando irrumpe la muerte. La felicidad es un libro.
