Revista Belleza

La felicidad, la estabilidad… o algo parecido

Por Negraflor @NegraFlor_Blog

La felicidad, la estabilidad… o algo parecido

Felicidad.

Una palabra que da dolor de cabeza. Todo el mundo la busca. Todo el mundo quiere ser feliz… ¿todo el mundo? Bueno, algunos hay que no quieren. Lo que pasa es que no saben que no quieren, echan balones fuera, y todo les pasa porque, oh pobres, la vida les trata mal.

Ser feliz. ¿Se puede ser feliz todo el tiempo? Yo me creo a pies juntillas aquello que dijo Jacinto Benavente:

La felicidad completa no existen. Sólo existen momentos felices.

Porque, ¿puedes recordar períodos de tu vida en los que hayas sido feliz? No. Sólo momentos. Aquella fiesta de Fulanito, el nacimiento de Menganito, la boda de Sutanito, cuando aprobaste el carné de conducir, el nacimiento de alguien, muy querido… yo recuerdo momentos felices de mi vida. Días felices, noches felices… Momentos, al fin y al cabo.

Y cuando me paro a pensar sobre la felicidad, que no sabría ni cómo definirla, al final llego a la conclusión de que lo que me interesa es la paz interior, el equilibrio. Eso me aporta calma y, estando en calma, por momentos me siento feliz.

Mi querida Teta Reina me decía, en el post de ayer,  lo siguiente:

“Negarse a si mismo debe estar bastante reñido con la felicidad”.

Es fundamental aceptarse. Para ser feliz, para estar en calma, para alcanzar la paz interior. Para lo que sea. Le respondí lo siguiente:

Negarse a sí mismo está en la misma dirección que la felicidad, pero en sentido contrario: cuanto más te niegas, menos feliz eres. O, como mucho, puedes creer que lo eres, pero no.

Como soy muy veleta y donde dije digo, digo Diego, hoy pienso que la negación no está en la misma dirección que la felicidad. Creo que discurre en una vía paralela, que a veces puede ser parecida a la felicidad, pero en realidad no lo es. Te montas una felicidad fake, que parece que te llena, que te satisface… pero te metes en la cama por la noche y no logras conciliar el sueño. Y no sabes por qué. Algo te rechina, pero no caes. Hasta que te das con el canto en los dientes, claro, te caes de la cama, abres los ojos y dices “ah, vale, pues va a ser que era por esto”.

Y entonces empiezas tu búsqueda personal de la felicidad. Lo que pasa es que a veces no sabes ni lo que estás buscando. Te sumerges en un mundo nuevo, empiezas a abrir los ojos a otras realidades que habían estado frente a ti, pero en las que no habías reparado, dejas de vivir en blanco/negro, y empiezas a percibir la escala de grises… a veces, haces descubrimientos dolorosos, a veces se remueven sentimientos, sensaciones… surge el dolor… pero llega la evolución, el crecimiento. Y, después, la aceptación de quién eres.

La aceptación te da temple, te serena; te permite relativizar, tomarte las cosas con una madurez desconocida, aprender de los errores, vivir sin juzgar, deshacerte del rencor… y eso… aporta estabilidad, paz interior. Es entonces cuando sabes que no siempre eres feliz, pero que te alegras del camino recorrido, de los hallazgos que has hecho, de las heridas que se han cerrado, del dolor que se ha sanado.

Y sabes que no eres feliz todo el tiempo, pero tienes una sensación cercana a la felicidad cosquilleándote la punta de los dedos…


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