LA FELICIDAD EN RELACIÓN CON LA JUSTICIA
Este asunto se dirime en la discusión entre Sócrates y Polo, a lo largo del diálogo platónico Gorgias (470-479e).
Sócrates mantiene una postura firme respecto a la felicidad humana: depende toda ella del estado del alma en relación con el conocimiento y la justicia, pues son felices los hombres buenos, honrados y virtuosos, e infelices los injustos y malos (Gorgias 470e). Sócrates (en manos de Platón) lleva a cabo una prolongación hacia la psicología de su intelectualismo moral.
Polo, sin embargo, mantiene todo lo contrario, esto es, que el injusto puede ser feliz, porque ese estado de ánimo es independiente de los actos cometidos, y de las intenciones humanas. Y Sócrates anda empeñado en demostrar su error, convencerle de que Polo mismo piensa que el injusto no puede ser feliz (Gorg. 473).
A simple vista se aprecia la diferencia entre estas dos mentalidades: Polo parte del materialismo, de la physis, aquello que puede darse; para Sócrates, la naturaleza está vinculada a los valores éticos, a lo que debe darse, es decir, algo que no está sujeto a los cambios derivados de la convención humana.
La justicia y la felicidad tienen en Polo un carácter material, natural: quien padece el mal en sentido material, quien es perseguido, torturado, ajusticiado, sea justamente o no, será por fuerza infeliz y desgraciado; en cambio, quien consigue poder y ventaja sobre los demás, será feliz aunque haya recorrido a actos injustos. Será más dichoso quien consiga escapar a la justicia que aquel que caiga en sus manos, justa o injustamente (Gorg. 473bc).
Polo es consciente del componente subjetivo de la felicidad, y por ello, de sus posibilidades: un tirano cruel puede sentirse feliz a pesar de la maldad de su alma. Pero Sócrates no admite esto último: por fuerza es más desgraciado quien comete injusticia que quien la padece, y más aún si consigue escapar del castigo merecido (Gorg. 473d).
En este momento, Sócrates hace entrar en escena dos elementos nuevos, dos preguntas comprometedoras: qué es mejor, cometer una injusticia o sufrirla; qué es más vergonzoso, cometerla o sufrirla. Polo responde: es mejor cometerla que sufrirla; pero es más vergonzoso cometerla que sufrirla (Gorg. 474c y ss).
Esto es importante: Polo no conecta lo bueno con lo hermoso y lo malo con lo feo; lo malo es vergonzoso, que es un sentimiento generado desde lo colectivo, desde la ley o norma convenida, la costumbre. Cometer una injusticia es malo (aunque no es lo peor) pero sobre todo es vergonzoso si te descubren. Sócrates, en cambio, identifica el mal con la desobediencia a la ley, pero se trata de la ley moral, de carácter cósmico o universal. Lo pero del mal, piensa, no es que sea vergonzoso cometerlo, sino que es malo en sí mismo.
Sócrates desea que Polo afirme que es peor cometer una injusticia que sufrirla, y peor aún escapar al castigo merecido por haberla cometido (Gorg. 474b). Para conseguirlo, compromete a Polo en una serie de afirmaciones que la retórica no pueda vencer: lo bello es útil y agradable, y lo feo es penoso y desagradable (Gorg. 474d y ss). Lo vergonzoso será aquello malo y doloroso. Y una cosa más bella que otra lo será en virtud de ser más útil o más agradable que la otra; y una cosa será más fea que otra cuando la supere en daño o maldad (Gorg. 475).
Polo ha aceptado todas estas premisas, lo que le lleva a tener que aceptar las siguientes: es más feo cometer una injusticia que sufrirla, pero es más malo sufrirla que cometerla, es decir, que si lo más feo es lo que supera a otro en daño o maldad, hacer una injusticia supera en daño o maldad a sufrirla, o ambas cosas a un tiempo (Gorg. 475b). Pero no es más feo cometer que sufrir una injusticia porque sea más doloroso, sino porque es más malo, concluyen ambos (Gorg. 475c).
Entonces, ¿cómo es que Polo prefiere cometer una injusticia que sufrirla, si es peor lo primero que lo segundo? (Gorg. 475d). No, constesta Polo, no lo prefiere, ni ninguno de los presentes. Así que Sócrates concluirá que es más dichoso quien es castigado mereciendo el castigo que quien se libra de él, concediendo Polo que lo justo es bello, que el castigo justo es una acción justa y, por tanto, bella y útil, puesto que libra al castigado de su maldad y enriquece su alma (Gorg. 476b y ss).
La justicia es bella, en este sentido, por su utilidad, y es causa de dicha en cuanto que libra del mal a través del castigo, y actúa como una medicina para el cuerpo enfermo. El que sufre el castigo sufre algo bueno, algo que cura y, por tanto, ha de ser dichoso porque se libra del peor de los males que se puede sufrir, la maldad del alma, que es peor que la pobreza y la enfermedad (Gorg. 477bc).
La justicia es placentera no porque cure, en el acto mismo de curar con el castigo, sino en tanto que aleja el mal del alma, de tal manera que vale la pena soportar el dolor, igual que vale la pena el trago amargo de una medicina que cura la enfermedad del cuerpo (Gorg. 478bc).
Sócrates hace una exaltada defensa de la entrega al castigo justo, en nombre de un esquema de valores que dan preeminencia al respeto a la ley y a la justicia sobre el sentido material de la vida: es mejor enfrentarse al castigo y al dolor físico que éste comporta, arriesgando incluso la propia vida, que llevar la impía vida de quien ha escapado de él, aferrándose a lo material por temer el dolor físico, ignorando que sin pagar por esa mala vida se lleva encima el peor de los males, superior al dolor físico.
El secreto de la felicidad consiste, pues, según Sócrates (en realidad, Platón), en llevar una vida sana, esto es, tener el alma limpia, separándose de la injusticia y la incontinencia, que son los peores males que el alma puede albergar en sí (Gorg. 478c). Será un desgraciado quien sea capaz de vivir injustamente, sin presentarse ante la justicia y sin pagar por sus maldades; más infeliz será si cabe que quien las ha cometido pero está dispuesto a pagar el justo precio por ellas. Así que Arquelao y otros tiranos, los oradores y los hombres poderosos se cuentan entre los más desgraciados (Gorg. 479 y ss).