Javier de Andrés, con los Príncipes , la consejera, el ministro y el alcalde de Vitoria, en una imagen de Quintas para la DFA.
Nada como estar presente en el mismo momento para luego poder contar lo sucedido con rigor. Aprovecho la reflexión que viene que ni pintada para recordar a Manu Leguineche, al que dedicaremos unas líneas en los próximos días. Y, de paso, recomiendo una entrada del blog de la compañera Lucía Martínez Odriozola en la que pone de relieve la humanidad del maestro de periodistas que fue. Volviendo a lo mío, confieso que me hubiera gustado estar presente ayer en Fitur y observar cómo se desarrolló la visita de Felipe y Letizia al stand de Euskadi y, en especial, a la parte alavesa del mismo. Fue algo así como la feria de la sal, pero no adelantemos acontecimientos.
He visto cómo se organiza la Casa Real en estas citas y tengo que reconocer que son unos profesionales de la puesta en escena. A los ojos del profano, todo parece un tumulto, pero luego el relato fluye como estaba previsto. El cuento de ayer era éste. Felipe de Borbón anda todo el día por las cocinas de palacio. Está en todo. No se explica de otro modo que se entere del origen de la sal que se utiliza en sus varias mesas. “Ya conocemos la sal de Añana, la usamos en casa”, dijo ayer. La Princesa no dijo nada, o sí, pero no ha trascendido. Sería mucha sal para un sketch tan corto. Y no digo que no lo mereciera, porque los alaveses, que andan ahora entregados al Valle Salado, habían desplegado sus mejores artes y el diputado general se había arremangado y puesto en plan comercial. Había que ver a Javier de Andrés con un chuzo de sal en la mano, en modo demostración. Bien hecho.
Caserío tradicional, imagen para la promoción del turismo en Euskadi.
La visita real a Fitur da mucha notoriedad aunque tampoco es que te saque de pobre. Por eso todo el mundo trata de llamar la atención del Príncipe (antes del Rey) y su consorte (ahora Letizia, antes Sofía). Algunos tampoco dan muchas vueltas a la cabeza. Para promocionar lo suyo, Melilla se ha llevado a unas jóvenes en bikini y ha montado una playa artificial. En la imagen que encuentro en Google, veo cuatro féminas y un socorrista. Dicen que en la publicidad de turismo funcionan mucho los estereotipos. Vamos, que a la gente le gusta ver lo que se imagina que va a ver. Los de Gandía sí que son unas máquinas. Las chicas no son promoción oficial, hacen publicidad de una discoteca. Con los de Euskadi, tengo mis dudas. A mí el caserío de esta imagen de recuerda el retrato de Thomas Kluge para la familia real danesa.