La feria de las tinieblas, de Ray Bradbury
Editorial Minotauro. 331 páginas. 1ª edición de 1962; ésta es de 2019.
Traducción de Joaquín Valdivieso
Cuando era adolescente leí Fahrenheit 451 de Ray Bradbury (Waukegan, Illinois1920-Los Ángeles, California, 2012). Esta novela me defraudó en aquel momento y esto hizo que no me acercara a más libros del autor, hasta que mi mujer me regaló hace unos cinco años Crónicas marcianas, que fue un libro poético y bello que me encantó. Un libro que me hizo pensar que si hubiera empezado a leer a Bradbury por ahí y no por Fahrenheit 451 quizás sería uno de mis autores de cabecera. De nuevo, mi mujer me regaló en las pasadas Navidades otra novela de Bradbury, en este caso La feria de las tinieblas, que he leído unos meses más tarde. Me lo regaló porque en el ensayo sobre el terror Danza Macabra de Stephen King, que ella ha leído y yo debería, King elogia durante muchas páginas a La feria de las tinieblas y afirma que es una de las novelas que más ha influido en su obra.
El prólogo de La feria de las tinieblas parece escrito por un narrador infantil, o que al menos deposita sobre el mundo una mirada infantil. «En primer lugar, era octubre, un mes raro para los niños» es la primera frase del libro. En un fin de semana de octubre, cuando ya los niños han tenido que volver al colegio y está lejos la libertad del verano, se sitúa la trama de la novela. En el primer capítulo el narrador nos presentará a Will Halloway y a Jim Nightshade, dos chicos que son amigos, vecinos y que tienen la misma edad. Uno de ellos nació un minuto antes de la medianoche del 30 de octubre y el otro un minuto después de que empezara el 31 de octubre. Es decir, los dos vinieron al mundo la Víspera de Todos los Santos. La acción de la novela empieza el 24 de octubre, así que –como se nos dice en el prólogo– ese año Halloween les va a llegar a los protagonistas una semana antes de tiempo. Jim y Will están descansando en el césped de sus casas de Green Town, Illinois (pueblo que aparece en otras obras de Bradbury, como son El vino del estío y Verano del adiós), cuando aparece ante ellos un vendedor de pararrayos, dispuesto a regalarles uno de sus productos para evitar una desgracia, ya que se avecina –según él– una peligrosa tormenta.
Poco después conoceremos a otro de los protagonistas de la novela, Charles Halloway, el padre de Will. El señor Halloway siente la pesadumbre de haber sido un padre mayor, puesto que ya tiene cincuenta y cuatro años, una edad que le hace parecer casi el abuelo de su hijo. Además trabaja como celador en la biblioteca del pueblo, donde pasa muchas noches en las que no puede dormir en su casa.
Ese mismo viernes en el que arranca la trama llegará al pueblo un tren con una feria que trae la noche, una feria que parece salir directamente de la tormenta. Jim y Will sentirán la tentación de levantarse en medio de la noche para ver cómo se instala esta feria, que llega en un tiempo extraño, puesto que octubre no es ya tiempo para ferias. Al mando de esta feria estará el señor Dark, también conocido como el Hombre Ilustrado (que aparece en, al menos, otro libro de Bradbury), que el lector descubrirá como un ente demoniaco. Además de un laberinto de espejos, que actúa como un mar en el que naufragar, una de las atracciones principales de la feria es un tiovivo que esconde un gran poder: si avanza marcha atrás quita un año por cada vuelta a las personas que están subidas en él, y si avanza en sentido contrario les añade un año. En realidad, se plantea aquí un problema mefistofélico: el señor Halloway podría ser más joven y Jim, cansado de ser un niño, podría tener los veinte años que parece desear, pero a cambio sus almas quedarían a merced del señor Dark.
He leído en blogs de internet que más de un lector siente como un problema el poético lenguaje en el que está escrita La feria de las tinieblas, algo que les impide disfrutar plenamente de la trama. Para mí ocurre justo lo contrario: la gran creación de esta novela es su lenguaje poético, muy por encima de la trama. Bradbury usa de forma continua metáforas sobre el tiempo atmosférico y el otoño, que es un tema constructivo muy importante en el libro. Al final, el señor Halloway descubrirá que la extraña feria que ha llegado en octubre pertenece a la Gente del Otoño, personas (o entes) que están lejos de la alegría del verano, pero que nunca llegan a Navidad, es decir, al nacimiento de Cristo. Son seres del Otoño, del frío y la oscuridad, son seres de Halloween.
Ya he comentado al principio que la voz narrativa parece simular la de un niño, y en este sentido la mirada sobre la realidad me ha recordado a la del escritor judío ucraniano Bruno Schulz, en su gran creación Madurar hacia la infancia, una de las miradas más bellas sobre la infancia de toda la literatura. Los relatos de Schulz recreaban la mirada de un niño que no acaba de comprender del todo el mundo y mucho menos a los adultos; en gran medida, ésta es la posición del narrador de La feria de las tinieblas. En algún momento, mediante el recurso del estilo indirecto libre, el narrador le cede la voz a alguno de sus protagonistas, que casi siempre suele ser Will, y la mirada de Will sobre el mundo que le rodea no es muy diferente a la del narrador.
Stephen King considera que La feria de las tinieblas es una de las novelas que más le ha influido. De hecho, he descubierto más de algún elemento en común con sus obras. Por ejemplo, el señor Halloway descubre, gracias al uso de la hemeroteca de la biblioteca, que las visitas de la feria al pueblo han sido periódicas; la feria del señor Dark ha hecho su aparición en Green Town cada veinte o veinticinco años, con la suficiente distancia en el tiempo como para que su presencia extraña no sea evidente. Algo similar ocurría en el pueblo de la novela It de King, en el que «el mal» irrumpía allí en ciclos de tiempos parecidos a los de la feria. Además, Stephen King siempre ha dado mucha importancia en sus narraciones a los miedos de los adolescentes al iniciarse en el mundo de los adultos, algo que está presente en It y en La feria de las tinieblas. La diferencia principal entre las dos propuestas estriba en que King nos habla de la irrupción de lo fantástico en un mundo real (con miedos reales a un padre alcohólico, a los matones del instituto…) y Bradbury de la irrupción de lo fantástico en un mundo que ya de por sí es fantástico (como ese vendedor de pararrayos con inscripciones egipcias). Y esta diferencia está creada principalmente a través del uso del lenguaje, más seco y ajustado a las descripciones, de un modo realista en el caso de King, y más poético, evocador y onírico en el caso de Bradbury.
Diría que el planteamiento de La fiera de las tinieblas es superior a su resolución o, dicho de otro modo, que la creación poética y onírica del pueblo de Green Town es superior al desarrollo de la trama de la novela. Y con este comentario no quiero desmerecer la gran creación que es La fiera de las tinieblas, todo un clásico de la literatura fantástica y de terror. He de seguir leyendo más libros de Ray Bradbury; incluso me estoy planteando releerme Fahrenheit 451.