La tecnología, en su continuo avance y desarrollo, es capaz de crear auténticos fenómenos tecnológicos que afectan día tras día a millones de personas. Sólo basta con apreciar y valorar en su justa medida el inmensurable alcance de las redes sociales, con Facebook, Twitter o Instagram a la cabeza, y esa red de mensajería instantánea que representan Whatsapp Messenger o Skype y que han revolucionado la interconectividad y han aumentado la inmediatez comunicativa entre personas en todo el globo terráqueo. Las empresas tecnológicas no descansan ni un sólo segundo en su continuo empeño de desarrollar las más variadas y sofisticadas aplicaciones para teléfonos móviles (con ellos, el futuro de las comunicaciones ya está aquí) con el objeto de facilitar, entretener o servir de utilidad a las sociedades mundiales. Durante los últimos meses y semanas, todo el planeta se está viendo sacudido por un inexorable terremoto tecnológico que no parece que deje de temblar al menos a corto plazo: es la fiebre tecnológica del Pokémon GO.
Cuando parecía que este conocido videojuego de aventura y estrategia de la casa Nintendo surgido hace unos 15 años se mantenía en un discreto segundo plano en las aficiones actuales de los gamers, la empresa Niantic desarrolla ahora un tipo de aplicación especial para telefonía móvil (descarga en dispositivos iOs y Android) que se materializa en una visión virtualizada del mundo real, pues el objetivo del juego consiste en la búsqueda, captura y entrenamiento de personajes de la saga Pokémon que se encuentran distribuidos por distintas ubicaciones reales, lo que requiere el desplazamiento físico del usuario y favorece su interacción social con otros jugadores en el "terreno de juego". Este avance en el mundo del videojuego aplicado a la telefonía móvil ha sido realmente novedosa, pues hasta este momento no se había credo ninguna aplicación de juego parecida que exigiera que el componente lúdico se situara en el mismo mundo real que vemos con nuestros propios ojos, por lo que permite la absoluta conexión entre virtualidad y realidad, pudiendo llegar a entenderse como una especie de Matrix de los videojuegos.
Así las cosas, millones de usuarios en todo el mundo, más niños y jóvenes, y menos adultos, teléfono en mano y guiados por su conexión GPS, salen a la calle, a cualquier hora del día, en busca constante de pokémons en cualquier zona imaginable, pues los propios desarrolladores del juego se han esforzado en colocar meticulosamente vía satélite en múltiples zonas diferentes tipos de pokémons con mayores o menores habilidades, siendo sumamente dificultoso el acceso a muchos de ellos. Esta circunstancia deviene en un buen número de casos trágicos de los que nos informan los medios que semana tras semana acaban con la vida del febril buscador de pokémons. Si en siglos anteriores los colonizadores ponían su vida en riesgo con tal de pescar perlas preciosas a orillas de los ríos, es ahora el "pokemonadicto" el que traspasa minas antipersonas, cae en lagunas, barrancos o desfiladeros, muere tiroteado por invadir propiedades privadas o sufre un fatal accidente de tráfico con tal de dar caza al ansiado Pokémon de fuego o de agua, o al tan cotizado querubín amarillo Pikachu.
Esto no quiere decir que todo el mundo, en la enajenación y poderosa adicción que le produce ya de por sí el videojuego, se juegue pueril y temerariamente, cual personaje de un juego de rol, el pellejo lanzándose a aventuras peligrosas, pero lo que sí debemos reflexionar es cómo las empresas tecnológicas, con la excusa de favorecer un tipo de ocio virtual que les está deparando muchísimos beneficios en las cotizaciones bursátiles, pueden llegar a ser capaces de alterar o manipular los comportamientos normalizados de nuestra sociedad actual con tal de tenernos ocupados en juegos de niños con el peligro de despreocuparnos de los asuntos verdaderamente importantes, los del mundo real que nos afectan diariamente.