Revista Expatriados
La semana pasada se celebró en los países musulmanes la fiesta del Eid, fecha clave dentro del calendario festivo para los adeptos a la doctrina de Mahoma. Tirando de Google y de lo que me contaron los días previos, os puedo decir que el Eid al Adha es una fiesta en la que los musulmanes ofrecen en sacrificio un cordero (o una vaca) a Dios en gratitud a Él por salvar la vida de Isaac, hijo del profeta Abraham, cuando este se disponía a sacrificarlo.
Así, esta fiesta recuerda a sus seguidores que el Islam significa sumisión, ya que nadie mostró mayor sumisión a Dios que Abraham, quien estuvo dispuesto a sacrificar a su propio hijo como prueba de su lealtad a Dios. Este mismo Abraham es el que según la tradición islámica construyó la Kaaba, el templo localizado en La Meca hacia el que todos los que rezan se orientan y que estos días ha recibido millones de visitas (por cierto, para todo el que no lo sepa, os diré que su visita por parte de todo aquel que no profese la fe islámica está completamente prohibida, al igual que los restos del profeta en la también ciudad saudí de Medina). Esta peregrinación es como la de Santiago, que se puede hacer durante todo el año, solo que en estas fechas tiene más valor personal.
Bueno, hasta aquí la lección de historia, ya vale de dar la chapa. Nosotros hemos pasado estos cuatro días de vacaciones en Damasco, y la verdad es que ha sido la leche. El primer día de la fiesta (los demás también, pero menos), todas las familias que se lo pueden permitir sacrifican un cordero –muchas veces se lo llevan a alguien para que lo haga y no lo hacen en casa-. Tras el sacrificio, se le quita la piel al animal y más tarde se va partiendo su carne, la cual es guardada en diferentes bolsas.
Estas fechas son muy familiares, y la gente se pega visitando y recibiendo visitas durante los cuatro días. Cuando el animal ha sido limpiado, se cogen las bolsas con su carne y se reparten entre los familiares y los amigos. Eso no quiere decir que se lo coman el mismo día. Se puede comer, guardar para días siguientes o congelar para fechas futuras, a gusto del consumidor.
Tras este ritual, que generalmente suele ir acompañado de la visita por parte de la familia a la mezquita, lo ya comentado. Visitas, comidas copiosas con la familia y fiesta, mucha fiesta, todo ello bien regado con té y café –uno especial para estas fechas-, y dulces, el paraíso para los golosos.
Damasco en concreto estaba en pleno apogeo. Si sumamos las ganas de volver que teníamos y lo que la echábamos de menos a la animación que había en sus calles, el resultado no puede ser otro que el que fue: el de los mejores días en la capital siria con diferencia.
La gente abarrotaba las calles de la ciudad antigua. Todo el mundo se compra ropa nueva para estas fechas y sale toda pincha y engalanada a lucirla por las calles, chicas que se gustan y que gustan a los chicos, que no hacen más que seguirlas e intentar conseguir una mirada de preferencia o unas palabras discretas. Los niños están por doquier, empujándose, gritando, contando las monedas y billetes que llevan en el bolsillo (porque es tradición darles lo que nosotros llamamos “la paga” en estas fechas, que además de dinero suele ser juguetes), mientras calculan lo que les queda para dulces y lo que deben guardar para comprarse algo.
Había música en vivo en diferentes partes de la ciudad, puestos de comida y bebida por doquier, pieles de cordero y sangre solo en ciertas partes; hombres, mujeres y niños contentos de pasar un buen rato paseando y cotilleando (que aquí es deporte nacional), ferias, circos, juegos en la calle, restaurantes con menús especiales y cantantes a los que todo el mundo coreaba y acompañaba con palmas y bailes; y vida, sobre todo y ante todo, mucha vida.
En fin, que han sido unos días inolvidables en una de las ciudades más bonitas del mundo en unas fechas en las que la gente se siente feliz y contagia su felicidad al resto. Hemos visto a viejos amigos, hemos comido un montón, hemos fumado pipas y bailado, pero sobre todo hemos disfrutado de la ciudad, de un ambiente y un espíritu que será difícil olvidar. Bueno, como se dice por estas fechas, ¡Eid Mubarak! (y felicidad para todo el mundo).