Revista Sociedad

La fiesta del motor

Publicado el 21 enero 2014 por Oscar @olavid25
Ford Fiesta blanco.

El Ford Fiesta 1.1. que nos vendió Samuel era como éste, pero sin baca.

Hace algunos años, cuando estaba en cuestión la fabricación en Vitoria del nuevo modelo de furgoneta de Mercedes Benz, me acerque a las puertas de la factoría para preguntar a los trabajadores si habían contemplado en algún momento la posibilidad de que acabaran todos en la calle. Si quieres entablar una conversación basada en el respeto, que no tienda a un final rematado con dos guantazos, en la entrada de las fábricas conviene moderar el ímpetu del redactor jefe cuando pergeña un tema a publicar en el periódico y plantear estos interrogantes con más diplomacia.  Llegamos, pese a todo, al meollo de la cuestión y un empleado autóctono del gigante alemán lo resumió con una frase: “Si Mercedes cierra, Vitoria como Soria”, frase que encierra todo un tratado de sociología y que dejaba a las claras la opinión del currela sobre la otrora pujante economía (de cuando los suevos y los dorios) de la no tan lejana provincia. No quisiera que la reflexión del contratado acabara en disputa con soriano alguno, por lo que regreso al hilo del escrito.

Leo que los jóvenes ya no quieren coches, que prefieren tabletas electrónicas y ropa. Tal afirmación me produce una profunda desazón porque tenía entendido que la industria del automóvil sostiene en buena parte a este país. Representa ésta un 10% del PIB y un 17,7% de las exportaciones, según datos del pasado verano. Son 300.000 empleos directos y un buen número de ciudades auto-dependientes (Vitoria, Pamplona, Valladolid, Palencia, Vigo…) y otras tantas con destacada contribución del motor a la economía local (Barcelona, Valencia, Zaragoza, Sevilla…).

Hasta que llegó la crisis, el miedo residía en una deslocalización motivada por un regreso a los orígenes (la vuelta a Alemania de Mercedes, por ejemplo) o una deslocalización más bestia (la marcha a Marruecos, a Argentina o a China). Ahora resulta que los jóvenes no quieren coches, que no hay PIVE ­­-ya vamos por el quinto­‑ que les cambie la cara, ni gobierno que les venda la moto (valga el símil) de que necesitan un carro cuando pueden ir en bici y elegantemente conectados y vestidos.

Lo que me preocupa es si alguien va a tener esto en cuenta o bastará con echar la culpa a la crisis. Y cuando todo vuelva a parecer normal, todos a gastar, a comprar pisos y coches, como aquel Ford Fiesta blanco que nos vendió Samuel, a trabajar en la construcción y a vivir por encima de nuestras posibilidades.


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