Revista Opinión
Florentino Pérez, presidente efectivo del Real Madrid, RM, Michel Platini, presidente de la Uefa, Unión Europea de fútbol asociación, José María Villar, presidente de la Real Ferderación Española de Fútbol, y un oscuro y abotagado individuo que dicen que es el “alter ego” de Florentino en todos los comités de la Fifa y de la Uefa en los que se concreta el poder disciplinario de ambas instituciones que manejan con una mano tan férrea este cotarro que, para hallar algo parangonable, habría que remontarse al período más oscuro de nuestra historia y hallarnos frente a aquel maravilloso engendro que hizo exclamar al más eximio de todos los reaccionarios del mundo, Joseph de Maistre, aquello de que no hay nada en el universo que pueda compararse ni de lejos a un juez español y si a esa cualidad unimos la del sacerdocio católico tendremos lo más excelso que ha producido el hombre: el Tribunal de la Santa Inquisición española. (Como siempre cito de memoria).
¿Es posible una foto como ésta desde el despacho de Rothschild, Rockefeller, Morgan, o cualquier otro magnate del establishment en Nueva York?
No. Porque Michel Foucault, el hombre que más se ha aproximado en el análisis filosófico al concepto del auténtico poder dejó escrito indeleblemente que el auténtico poder, o sea, el poder absoluto nadie sabe quién lo tiene ni dónde está, porque en el momento en que se sepan ambas cosas ya no será ni tan poderoso ni tan absoluto.
Lo que estoy tratando de decir pero no sé si lo consigo es que cuando repasamos, uno a uno todos y cada uno de los siniestros personajes que hoy a las 17'45 se sentaban en la fila O de ese Coliseo monegasco en el que se celebraba la gala del sorteo de la Champions, no constatamos la presencia del poder futbolístico en su grado máximo sino un poder tan vicario como ostensible.
Porque no podemos olvidarnos de Foucault, a pesar de que así nos lo aconsejara, envidioso, Baudrillard, en su famoso “Olvidad a Foucalt”.
Al gran Michel no podríamos olvidarlo aunque quisiéramos porque no es posible saltarse a una de las cimas más respetables del pensamiento humano.
Estos chamarileros andrajosos que tratan de ocultar bajo sus ostentosos harapos su indigente miseria moral no son sino una especie de polichinelas que aquellos grandes y desconocidos magnates que ostentan realmente el poder manejan a su antojo desde muy lejos pero con una férrea disciplina que es, en todo caso, inmisericorde de tal manera que si uno de ellos se equivoca en lo más mínimo cae inmediatamente en el más oscuro pozo de la miseria humana.
Es por eso que estos tipos ejercen su vicario poder con tanta saña tratando no sé si inútilmente de ejemplarizar de tal modo con sus absurdas sanciones que traspasan todos los límites, incurriendo así, por puro miedo en el error imperdonable como lo han hecho con Luis Suárez, tratando desesperadamente de contentar a quienes piensan que son tan mentecatos como ellos mismos.
Es lo que han hecho, pero en positivo, con la divinizaciòn de ese mequetrefe con pendientes que es Cristiano Ronaldo.
El "alter ego" de Florentino piensa erróneamente que cuanto más divinicen a este manojo de músculos, tanto más agradarán a los desconocidos poderes, siendo así que, inteligentemente, sucede precisamente lo contrario, el poder inteligente aborrece, sobre todo, la estupidez, ésa que se concreta en impedir al uruguayo no ya sólo entrenarse para no perder sus condiciones atléticas sino provocar la compasión misericordiosa del pueblo al cebarse inicuamente con su víctima, algo que ya deberían haber aprendido estos descerebrados.
El caso es que en esa mascarada que es el simulacro del sorteo, el falso poder se excede de tal modo en su inicuo papel que incluso incita a la total repulsión del pueblo provocando, de rechazo, todo el desdén de aquellos desconocidos poderes auténticos.
No sé si esta espantosa pantomima merece siquiera la atención de aquellos a quienes el economista de cabecera de los Kennedy atribuyó la condición de ser constituyentes del sistema en sí mismo. No creo y este detalle será indudablemente el que salvará a los ocupantes de esta fila O de pasar a la historia como autores de lo que realmente han hecho, el más perfecto de todos los ridículos, precisamente por su acumulación de excesos.