Revista Opinión

La filosofía de Kant

Publicado el 29 diciembre 2019 por Carlosgu82

Todo filósofo tiende una escala. Para entenderlo, hay que conocer los peldaños de esa escala. El primero es la época en que escribe el pensador. El segundo es el problema que pretende resolver. El tercero, los principios de que parte. Vamos a tratar de entender al padre del idealismo formal o trascendental, el alemán Inmanuel Kant (1724-1804). Se dice que Kant media entre empirismo y racionalismo, pero él afirma  que media entre escepticismo y dogmatismo. El empirismo había desembocado en el escepticismo de Hume, para quien no podemos conocer ni sustancias, ni causas ni al yo, solo impresiones e ideas actuales, no podemos ir más allá de la experiencia actual. Por otro lado, el racionalismo había desembocado en el dogmatismo de Christian Wolff. Este sistematizó la filosofía de Leibniz, sus tres objetos metafísicos eran Dios, alma y mundo, objetos de la teología, la psicología racional y la cosmología. Obviamente, son objetos de los que no tenemos experiencia y solo podemos decir cosas dogmáticas sobre ellas, como Santo Tomás cuando habla de los ángeles. O hablamos con dogmas o caemos en el escepticismo.

Pero está la ciencia, según Kant. La ciencia no es dogmática pero trasciende la experiencia. La física de Newton se adelanta a los hechos, hace predicciones sobre el paso de un cometa o el movimiento de un cuerpo y acierta siempre. Está la matemática, es universal y necesaria.

¿Cómo podemos adelantarnos a los acontecimientos físicos, predecir la posición de un planeta o un cometa? Este conocimiento no puede provenir de la experiencia, porque la experiencia solo nos dice lo que está pasando aquí y ahora. Si no viene de fuera de nosotros, entonces lo ponemos nosotros, esa es la revolución copernicana, uno no debe girar en torno a los objetos, sino que los objetos se adaptan a mí (contrarrevolución ptolomeica la llamó Russell). Para que el sujeto pueda conocer leyes del objeto, el sujeto es quien debe imponerlas. Por eso imponemos formas de la intuición, espacio y tiempo, y las doce categorías que son conceptos con objeto.

Kant no usa el término innato, sino a priori. Las ideas innatas de Descartes tenían contenido propio, por ejemplo, tenemos la idea innata de Dios, un ser con todas las perfecciones. Lo a priori en Kant no tiene contenido, imagina que es como una carpeta en que se guardan cosas. Tenemos la carpeta de sustancia y la aplicamos a ciertos fenómenos, la de causa y hacemos lo mismo. Son las doce categorías de Kant que deben aplicarse a objetos de experiencia y mantenerse dentro de los límites de la experiencia. Por eso no podemos aplicar la categoría de sustancia al alma, no es un objeto de experiencia, o a Dios, a quien no experimentamos. No podemos decir: el alma es una sustancia simple, sin partes, inmortal, como hace la filosofía católica.

Kant empieza su Crítica de la Razón Pura con la expresión «Todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia, pero no todo proviene de la experiencia», con eso indica que la materia de la sensación: color, sabor, dureza, etc. provienen de la experiencia, pero nosotros ponemos una forma, organizamos la experiencia. Esa forma está integrada por dos formas de intuición, el espacio y el tiempo, y doce categorías, definidas por Kant como conceptos con objeto. Luego divide los juicios en analíticos, sintéticos y sintéticos a priori. Los analíticos son los que por simple análisis del sujeto se ve si el predicado le conviene o no. Por ejemplo, todo triángulo equilátero tiene tres lados iguales, con solo ver lo que significa equilátero sabemos que tiene que tener los lados iguales. Los sintéticos se basan en la experiencia, por ejemplo, el acetaminofén cura el dolor de cabeza, con solo inspeccionar el sujeto no sabemos si cura el dolor de cabeza y puede que muchos tipos de dolores de cabeza no los cure. Los analíticos nos dan un conocimiento seguro, pero tautológico. Los sintéticos aumentan el conocimiento, pero este conocimiento no es seguro. Kan introduce los juicios sintéticos a priori, se supone que aumentan nuestro conocimiento y que una vez obtenido sabemos que ese conocimiento es universal y necesario, como la línea recta es el camino más corto entre dos puntos. A partir de allí Kant se dedica a explicar cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en la matemática (por lo dicho sobre el espacio y el tiempo, que son formas de intuición a priori), en la física (por las doce categorías) y por qué no son posibles en la metafísica (porque los objetos metafísicos, Dios, alma y cosmos o mundo, están más allá de toda experiencia posible y no es lícito aplicarles categorías).

Espacio y tiempo. Somos los únicos que, aunque derivamos de la experiencia nuestros conceptos de espacio y tiempo, somos capaces de hacer que trasciendan la experiencia. Podemos extender el tiempo y pensar en el año 6500 de nuestra era, o mucho más allá en el futuro o en el pasado. Igual podemos extender mentalmente el espacio hasta el infinito. Kant vio, con razón, que de esa capacidad a priori nacen nuestras matemáticas. De la capacidad de reproducir un hecho en el tiempo nace nuestra aritmética y la geometría nace de la capacidad de extender líneas hasta el infinito. Un animal no puede hacer eso. El yo da forma a la experiencia como el demiurgo platónico da forma a una materia. Puedo aceptar que espacio, tiempo y categorías de Kant tienen mucho de a priori, de independientes de la experiencia. Mi espacio no se limita al que veo ahora ni mi tiempo al que vivo. Puedo extender ambos hasta el infinito y, gracias a eso, tengo geometría y aritmética. Lo mismo pasa con los conceptos de sustancia, causa, etc. No se limitan a este objeto que veo, creo que todas las cosas son sustancias y que todo tiene una causa. Son conceptos que extiendo mucho más allá de la experiencia actual, que son independientes de la experiencia que tengo ahora y, por tanto, a priori.

Ahora bien, Kant considera que espacio y tiempo se presentan como magnitudes infinitas dadas y que es posible imaginar el espacio sin cuerpos y el tiempo sin acontecimientos. Pero todo espacio que imaginemos estará frente a nuestros ojos, o sea, seremos siempre un punto de referencia, así que es imposible imaginarlo sin cuerpos. Imaginar ya es un acontecimiento en el tiempo, por tanto, tampoco tenemos forma de imaginar el tiempo sin acontecimientos. Por otro lado, el pensador alemán, como todos los de su época, no se da cuenta de que ha habido una evolución cultural. Los antiguos imaginaban el cielo como una bóveda dura, no extendían el espacio más allá de ella. Difícilmente imaginarían el tiempo como infinito antes de tener números. Estas formas de intuición no son a priori en cada ser humano desde su aparición en la Tierra, sino producto de una evolución cultural que Kant desconocía.

En cuanto a las ideas de la razón, que son los objetos de la metafísica de Wolff, es indiscutible que Dios, alma y el cosmos en su conjunto no son objeto de una experiencia posible y no podemos decir nada de ellos. Estoy de acuerdo en limitar la razón a la experiencia y no afirmar o negar nada sobre objetos que están más allá de la experiencia, no puedo decir si el alma o Dios son inmateriales, que tienen tales o cuales potencias, etc. Con esto Kant mató la teología especulativa y la psicología racional. Por eso influenció al positivismo y la fenomenología, no ir más allá de la dado en la experiencia, y a Schopenhauer, si la cosa en sí no es racional, es irracional y debe buscarse por medios irracionales, es una voluntad que se capta por la intuición, no por la razón.

Lo ambiguo en Kant son los términos espacializar, temporalizar. Nadie sabe cómo espacializo los objetos, parece arbitraria mi espacialización de ellos, el que los ponga a mi derecha, les dé determinada forma, etc. todos estaríamos de acuerdo en que debe haber algo en el objeto que me dé una razón para espacializarlo como lo hago y no de otra manera o temporalizarlo como lo hago y no de otra forma. Imaginemos que vemos dos personas, una de 1,90 y otra de 1,70, una de treinta años y la otra de veinte, una está a la derecha y otra a la izquierda, si hacemos caso a Kant, parece arbitrario que mi aparato cognitivo les dé esas medidas y posiciones. Una de dos, o hay algo en ellas que me permite espacializarlas y temporalizarlas como lo hago, y entonces espacio y tiempo son reales, o no hay nada en ellas y espacializo y temporalizo las cosas arbitrariamente.

Lo mismo pasa con objetos que veo, como la Luna y las mareas. O hay algo en la Luna que me hace considerarla una sustancia y causa de las mareas, algo que me permite aplicar y justifica las categorías de sustancia y causa. Si lo hay, la sustancialidad y la causalidad son reales, independientes de nosotros, si no lo hay, mi aplicación de categorías es arbitraria. Si se aplican arbitrariamente no se sabe cómo es que todos coincidimos en su aplicación, si no es arbitraria, hay algo en los objetos que nos induce a aplicarlas y, por tanto, no imponemos leyes a los objetos sino que los seguimos y la tal revolución copernicana carece de sentido.

Además, el propio Kant asegura que no podemos imaginar algo que no sea espacial, temporal y con categorías. Pero cuando él imagina la relación sujeto-objeto la supone espacial, temporal y con categorías. Una de dos, o esa relación es espacial, temporal y con categorías en la realidad, entonces espacio, tiempo y categorías son reales, o en la realidad no es así y no podemos conocerla nunca, esa relación, como es en sí, está fuera de toda experiencia posible y no podemos decir nada sobre el conocimiento. Si no podemos decir nada sobre el conocimiento, toda la Crítica se derrumba.

El primer peldaño de su filosofía fue el planteamiento de un sujeto que recibe impresiones y una cosa en sí que las da. Kant imagina esa relación como espacial, temporal y causal (el objeto es causa de las impresiones) aparte de que el filósofo puede conocer esa relación y decir en qué contribuyen el sujeto y el objeto en esa relación. Conforme avanza en sus análisis, resuelve que el sujeto y el objeto están más allá de toda experiencia posible porque son inespaciales e intemporales. Dos cosas inespaciales e intemporales no pueden relacionarse entre sí. Ni la cosa en sí podría emitir estímulos ni el sujeto, recibirlos. Sería atravesado por ellos. El filósofo llegó a la cúspide de su escalera con base en unos peldaños iniciales falsos, lo que hace que su pensamiento se derrumbe como filosofía total.  recepción de impresiones. El último, la negación del yo. Pero sin un yo que reciba impresiones, las una por contigüidad y causalidad, y en el que se origine el hábito mental de esperar que dada una cosa se produzca otra, no hay filosofía posible. La relación entre un sujeto y la cosa en sí es el punto más débil de la teoría kantiana. Aplica todas las categorías a la cosa en sí cuando habla de esa relación, por eso todos los seguidores de Kant la abandonaron, era un «mueble metafísico» como lo llamó Russell, del que todos se deshicieron.

Podemos concluir diciendo que Kant fue un hombre que buscaba a toda costa seguridad. Hume le dio un mundo inseguro en el que ni las sustancias ni la causalidad eran creíbles. Por eso Kant traspasó esos conceptos a la mente humana en un vano esfuerzo por fabricarse un mundo seguro, digo vano porque no hay ninguna certeza de que nuestro modo de conocer sea permanente. En cualquier momento podríamos dejar de espacializar y temporalizar las cosas como lo hacemos. Lo mismo hizo en ética. Su horror era hacer depender los imperativos morales del sentimiento o la experiencia, cosas cambiantes.  Rechazó las éticas materiales que, según él, dependían de imperativos hipotéticos. Si quieres la salvación, haz esto… Si quieres ser feliz, haz lo otro… Fundó la moral sobre la voluntad del sujeto, un sujeto que se guiaba por el deber, independientemente de sensaciones o esperanzas. En esto tampoco fue exitoso o congruente. Concluyó su ética del deber con una salida unánimemente criticada. Una adecuación total al deber es la santidad, y esa santidad requiere un tiempo mayor al de esta vida, por eso el alma es inmortal o al menos sobrevive al cuerpo. En primer lugar, un católico le diría que cometió la herejía de Orígenes, suponer que hay progreso en el cielo. Y en segundo, el hecho de que yo quiera adecuarme al deber no exige de ninguna manera que haya una persistencia después de la muerte, así como el hecho de que yo quiera curar el cáncer no exige que encuentre la cura o siquiera que la cura exista.


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