Revista Coaching

La filosofía de la vida: una lección que mi corazón nunca aprendió…

Por Vivaconproposito

La muerte de un ser querido es algo que duele de muchas formas, y solo quien la sufre sabe a ciencia cierta lo que se siente. Dice alguien que conozco, que no cree en los pésames, porque en realidad él no está sintiendo lo que la familia siente, y… a pesar de las criticas… tal vez tiene razón, y aunque sabemos que acompañamos a la familia por respeto, lo cierto es que en estos asuntos solo uno sabe el nivel de conexión que tenía con esa persona que partió.

Pero la partida de un ser querido duele de diferente forma: la de tu mamá o papá, de los abuelos y de otras personas allegadas a ti, pero la muerte de un compañero (a) de trabajo es algo muy diferente y únicamente los (as) que estuvieron cerca de esa persona saben de los que les hablo.

Ha fallecido un compañero de 20 años de laborar en mi institución, y además de lo repentino que fue… es digno de rescatar que es un dolor diferente, yo nunca había sentido algo así. Es que cuando me pongo a pensar, en tantos años reímos, jugamos, peleamos, nos contentamos, luchamos por causas sindicales, trabajamos hombro a hombro… y una serie de cosas que cuando me siento a reflexionar digo: demasiados años… me duelen de verdad.

En medio de la conmoción del recibimiento de la noticia, alguien me dijo: “es la filosofía de la vida…” y se me vino a la cabeza aquella clase de ciencias: nacen, crecen, se reproducen y mueren… como si fuéramos plantas y lo único que yo atine a decir fue: el corazón nunca aprendió esa lección… el corazón no sabe de la filosofía, no sabe esas reglas de la vida, ni de ciencia… por lo menos el mío no.

Por más que lo razono, mi corazón no sabe distinguir esas cosas y es como una cajita llena de sentimientos que salen a flote cuando pienso que ese compañero se va de la oficina para siempre…  aquel que llegaba en las mañanas a veces contento, a veces desvelado, a veces disgustado, a veces simplemente en su mundo.  Compartimos almuerzo, me escuchó, aconsejó y se alegró de mis triunfos… celebramos cumpleaños, ese compañero de trabajo, con sus defectos y sus virtudes… era nuestro compañero de trabajo  y ya no va estar más ahí y me va a hacer falta.

Cada persona en la oficina tenía una conexión diferente con él y eso es algo difícil de entender pero digno de respetar, e insisto, el corazón nunca aprenderá la lección y por esto estas cosas seguirán doliendo en lo más profundo de cada persona y las lágrimas saldrán cuando el viento traiga los recuerdos que construimos juntos en todos estos años y quizás en ese momento, podamos comprender lo que realmente perdimos. Ahora lo que queda es seguir.

Con cariño para ti querido Luis … me vas a hacer falta.

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