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La filosofía y los días de la felicidad. Pascal Bruckner, entrevista
Publicado el 30 junio 2012 por LilikHoy parece que lo único importante es lo que YO quiero, Yo pienso y YO siento. No reconocemos ninguna pauta objetiva para lo que es una buena vida. El individuo quiere gozar, ser parte de un tiempo agradable, “vivir mi propia vida”.
Existen las instituciones y el derecho que expresan el valor de la individualidad soberana como un bien común, pero se requiere cierta condición cultural de individuos para realizar esos valores en la sociedad.
Uno de los célebres filósofos francés Pascal Bruckner ha estado en la ciudad de Tilburg para contarle a un público numeroso y entusiasta que la nuestra ha dejado de ser una sociedad que tiene como aspiración la felicidad. Ahora se trata de un obligación, a la que hay perseguir mediante las compras compulsivas, y las sensaciones espectaculares.
Ser feliz es una aspiración que nace con el hombre sobre la tierra. Pascal Bruckner, autor entre otras de la obra La tentación de la inocencia, ha dedicado su reflexión a la crítica del mundo moderno y, particularmente, de la Europa desarrollada. Si estuvo en Holanda se debe a que es el escritor del libro La euforia perpetua, sobre el deber de ser feliz, explora esta voluntad de felicidad como pasión propia de Occidente. Con el paso del tiempo ha felicidad pierde su halo mágico y se torna un deber ineludible que, sin embargo, se ve siempre postergado. Y la postergación lleva a la frustración. Y la frustración a la victimización.
José Zepeda.- Yo quisiera comenzar por algo sencillo, algo que es aparentemente obvio para mucha gente. ¿Qué es la felicidad?
Pascal Bruckner.- Es una pregunta complicada. El problema es que no hay una definición de felicidad. Cada persona tiene la suya propia. Lo único que podemos decir es que la felicidad es algo más que la ausencia de adversidad; es algo diferente, es una cualidad emotiva de la vida. Puedes decir que eres feliz cuando vives en una especie de oasis de paz, alejado de las preocupaciones de la vida cotidiana. Es por ello que la felicidad no es posible cada día, cada hora, cada segundo. Son momentos con un encanto especial. Normalmente no siempre te das cuenta de ellos. Es en un momento posterior, cuando recordamos y nos damos cuenta: ¡Dios mío, en ese instante fui tan feliz y no lo sabía…! Y por lo tanto debemos ser muy cuidadosos cuando describimos la felicidad. Lo único que podemos decir es que es un algo pasajero; no puede presentarse continuamente a lo largo de toda tu vida, se trata más de pequeños instantes durante toda la vida, no de un estado permanente…
J.Z- Un pesimista podría decir hoy, bueno sí es cierto que la Ilustración nos libró de los prejuicios, de la minoría de edad, pero nos ha dejado como herencia la obligación de ser felices.
P. BRUCKNER- Sí, en efecto, ése es el argumento de mi libro. Es un ejemplo de la manera en que un ideal, el derecho a ser feliz se puede convertir en lo contrario, en la obligación de ser feliz. Esto es exactamente lo que trato de decir. Es un cambio que se origina durante los siglos IXX y XX y que surge durante los años 60, porque, de repente, en esa década tuvieron lugar dos hechos fundamentales: el primero, que el sistema capitalista comenzó a utilizar el término felicidad, porque el primer capitalismo se basaba en la propiedad: había que trabajar para producir bienes. Y, a mediados del siglo XX había demasiados bienes, una superproducción de productos de primera necesidad que tenían que ser vendidos. De manera que, de la noche a la mañana, el capitalismo empezó a introducir términos relativos al disfrute y al consumo, así que no tenías que ser sólo un trabajador, sino también un consumidor, y la felicidad se convirtió en el lema de la mayoría de las grandes corporaciones: ¨nos preocupa su felicidad¨.
El segundo hecho que se produjo en los años 60 fue el comienzo de la revolución individualista que tomó al sujeto como centro de todos los valores, de manera que entre mi felicidad y yo no hay más obstáculos, no hay iglesias, religiones o partidos políticos, no hay clases sociales; por lo tanto yo soy el mayor impedimento a mi propia felicidad y en consecuencia, tengo que reformarme, tengo que cambiar para poder ser feliz. En ese momento se abre el inmenso mercado de la felicidad que existe en todas partes, en Europa, en los Estados Unidos y en Sudamérica; que va desde la medicina, por ejemplo tomar pastillas para regular los estados de ánimo, a la cirugía plástica que tiene una gran relevancia en Sudamérica para chicos y chicas jóvenes de 12 y 13 años que quieren tener un cuerpo perfecto; a terapias como el psicoanálisis y también las terapias de gritos, desarrollo personal, programación neurolingüística e hipnosis que te llevan a redescubrir tu potencial; y además la religión, principalmente protestantismo que trata de combinar un sentido de transcendencia con uno de realización personal. Por todo ello la felicidad se convierte en el mayor mercado del siglo XX. De esta manera una idea maravillosa que se origina en los siglos XVII y XVIII deviene en la mayor industria del siglo XXI.
J.Z- Usted ocupa frecuentemente el término hedonismo, que tiene, por lo menos en el diccionario español, una definición magnífica: ¨Afán desmedido por los bienes terrenales.¨ Quisiera agregar ahora otra palabra que es menos conocida por la gente de a pie: misantropía: ¨Aversión a los seres humanos.¨ Curioso. La democracia es vivir juntos y hoy aumenta la misantropía.
P. BRUCKNER- La respuesta a tu pregunta se encuentra en ella misma. Es porque el incremento de la misantropía se produce precisamente porque vivimos en grandes ciudades con gran densidad de población y parece que no tenemos otra elección más que escapar a la presencia de los otros. A medida que tenemos una especie de obligación de que nos gusten nuestros vecinos y nuestros conciudadanos, mucha gente trata de escapar de esa obligación a través de la misantropía porque… perdón ¿cuál era su pregunta?
J.Z.- Por qué ha aumentado tanto la misantropía en una sociedad que se supone debe vivir junta. La democracia es, todos cabemos acá.
BRUCKNER- Sí, es una buena pregunta, y si me permite hacer un inciso, diría que por ejemplo, la ecología, que se supone que es la defensa de la naturaleza, del planeta, bajo mi punto de vista es cada vez más en un sentimiento de repugnancia por el ser humano. Los ecologistas dicen que aman los glaciares, los bosques, acantilados, escenarios, paisajes, pero cuando profundizamos en su retórica, la mayoría de las veces, es de alguna manera una forma de disgusto, de descontento con la humanidad. O sea, aman a la naturaleza pero odian a la humanidad. Probablemente se debe a lo que he comentado, que somos varios billones de personas en la tierra en la actualidad y todos consideramos muy valioso encontrar lugares en los que estar solos, ir a las montañas de nuestro propio país, incluso en nuestra casa, incluso en verano, incluso a 4000 metros, encontramos multitudes escalando. Me encanta hacer alpinismo, pero en agosto, en Los Alpes si tratas de alcanzar el pico más alto te encontrarás con gente haciendo cola para llegar a la cima. Por lo tanto, la misantropía es una reacción contra la proliferación del ser humano en la tierra. Creo que esta es la razón principal. Hay muchas razones por las que no queremos a los demás seres humanos, pero la cantidad de ellos es quizá la más importante.
J.Z..- Escuchando esta declaración hago aquí un paréntesis: no me extraña que a usted lo acusen de más de algo porque se trata de un discurso políticamente incorrecto.
BRUCKNER- Sí, es cierto, pero también a mucha gente le gusta. Creo que si escribes libros tienes que decir la verdad. No escribes un libro para complacer a la gente. Tienes que entender exactamente los fenómenos que usted trata de resaltar en su pregunta: el por qué en estos tiempos democráticos hay tanta gente que se vuelve misántropa. En lugar de disfrutar la compañía de otros por qué hay tanta gente que empieza a odiar la sociedad en la que viven. Escribo sobre esas cosas, sobre ello y por ello, a veces tengo que ser políticamente incorrecto.
J.Z- ¿Puede un pobre ser feliz?
BRUCKNER- Muy buena pregunta también. Naturalmente, todo el mundo puede ser feliz, pero sin dinero es muy, muy difícil. Creo que tenemos que romper la conexión establecida por la religión Católica. Es una conexión entre pobreza, espiritualidad y salvación. Yo me he educado con los Jesuitas en Francia y he escuchado toda mi juventud: “tienes que ser pobre, tienes que privarte de las cosas materiales, tienes que sacrificarte por los demás…” Pero las personas que me dijeron estas cosas tenían mucho dinero. Por lo tanto, podemos afirmar como los antiguos griegos y romanos que el dinero y la salud son preferibles a la pobreza y la enfermedad. Pero está claro que el dinero no trae la felicidad, pero te ayuda considerablemente a ser feliz si no te tienes que preocupar cada día por cómo llegar a fin de mes, cómo darle de comer a tus hijos; si te quieres ir de viaje y no tienes el dinero suficiente estás obligado a quedarte en casa. Se trata de no ser hipócrita: sí, el dinero te ayuda a ser feliz y los bienes materiales también, todo el mundo lo sabe pero nadie lo quiere admitir. Hay una frase muy buena de un autor francés llamado Jules Renard que dice en su diario ¨si el dinero no te hace feliz, devuélvelo¨.
J.Z. - Una de las publicidades hasta el día de hoy, más frecuentes en América Latina es la que dice lo siguiente: ¨compre hoy, pague mañana¨. Es decir, es un gran alivio, podemos adquirir lo que queramos y ya veremos más adelante cómo nos arreglamos en el camino. Usted dice con razón que no somos dueños de las fuentes de la felicidad, que nuestra propia muerte debería llevarnos a una humildad renovada. Perdone mi escepticismo. La idea del consumismo tiene al parecer todas las de ganar frente a esta humildad que usted pregona y que yo comparto.
BRUCKNER- El hecho de que vamos a morir no debe impedir que vivamos. El que te enfrentes a esta situación que fue predicada por todas las religiones y teosofías es una manera de combatir el espíritu humano, el egoísmo. El consumismo trata de algo distinto. El consumismo tal y como se vive hoy en Sudamérica, en Europa, en América del Norte de una forma alocada, es un medio para obtener todos y cada uno de nuestros deseos en este momento, desde la invención del crédito, que ocurrió en los 30 en los Estados Unidos, en los 50 en Francia, en Europa, lo que es una manera de expresar nuestra frustración que es la peor experiencia que el ser humano puede tener y la satisfacción que es la mejor. Por ello no creo que esté firmemente conectado con el hecho de que vamos a morir. Corremos dos riesgos con el crédito: el primero es la nausea, es decir, tenemos demasiadas cosas inútiles, que tenemos que tirar después, por ejemplo, compramos diez copias del mismo producto: ropa y cosas similares. Y el segundo riesgo es el endeudamiento, estamos endeudados y nos vemos sorprendidos. Los americanos viven, 20 ó 30 veces por encima de su poder adquisitivo. De la noche a la mañana se encuentran con que les desposeen de todo.
Estoy de acuerdo con usted en que el consumismo cuando alcanza estos extremos de absurdo, debe ser contenido, debe ser limitado. Nadie puede vivir así por mucho tiempo.
J.Z.- Si hemos errado en algo tan importante como la felicidad, ¿no deberíamos buscar una nueva narración? no me refiero a las ideologías totalitarias del pasado, sino que, liberados de ellas un nuevo sueño, una nueva esperanza…
BRUCKNER.- Sí, entiendo lo que quiere decir. Tiene razón, no podemos volver a las tradiciones religiosas, no funcionaría, nadie lo aceptaría hoy, ni siquiera un católico o un protestante puede aceptar el hecho de que vive para morir y para ser salvado en el cielo y sentarse junto a un dios que redimirá todos sus pecados. Nadie acepta ya que el propósito de su vida es el sufrimiento y que después de 50, 60, 70 años de una dura vida encontrarán la felicidad al sentarse junto a Cristo. Ni siquiera los cristianos creen eso ya. Por lo tanto, lo que tenemos que reconciliar es la idea de felicidad con la idea de la fragilidad del ser humano. Tal vez es una especie de embudo por el que tenemos que descender, pero a lo mejor lo más importante que tenemos que defender es el hecho de que pase lo que pase nosotros seguimos siendo los dueños de nuestra propia vida. esta es la auténtica libertad que cada uno de nosotros tiene. Podemos diseñar nuestra vida como deseamos que sea. Lo que la hace feliz o infeliz es nuestra propia interpretación.
J.Z. – Aunque sean pocas, deseo hacer un par de preguntas sobre este libro que es muy importante para mí, ¨La tentación de la inocencia¨, publicado en español hace ya 16 años atrás. Dos formas de tentación de la inocencia. Primero, la infatilización, es decir, querer sentirnos protegidos, quiero que me den pero no que me pidan. No está mal la idea. A lo mejor si le hiciéramos publicidad, mucha más gente se uniría a esta corriente.
BRUCKNER- Sí, de lo que trata este libro es las patologías de la libertad. Creo que es un gran regalo que la democracia nos hace: la posibilidad de diseñar nuestra vida como queramos. La democracia es el final de la idea de destino. En otras épocas, en el Antiguo Régimen, todo el mundo estaba predestinado a tener un determinado tipo de vida, si eras un aristócrata tenías una gran vida, si eras un mercader tenías los deberes inherentes a esta condición, pero si eras un pobre campesino estabas condenado a permanecer en esta condición y tus hijos y tus nietos también. La democracia trata de liberar a todo el mundo del peso del destino sobre sus espaldas. Actualmente, somos en principio libres de elegir la vida como queramos, pero al mismo tiempo, la libertad acarrea muchas preocupaciones porque ser libre significa sentirnos muy inseguros y para protegernos contra esta inseguridad hemos desarrollado dos estrategias: infantilismo y victimismo. Claro está que el infantilismo es la meta a conseguir porque como adultos nos gustaría disfrutar de nuestra autonomía física y psíquica sin tener que ser responsables de nuestros actos. Nos gustaría ser como niños en una guardería: podemos hacer lo que queramos sin que nos pidan responsabilidades por ello. Soy libre y hago lo que quiero. De hecho nos gustaría ser como pequeños reyes que piden y exigen continuamente. El lema de esta generación es ¨yo me merezco todo: me tienes que dar todo pero yo no tengo que dar nada a cambio¨. Pero vemos que este tipo de actitud no es socialmente posible para todo el mundo. Porque tienes que pagar por lo que haces, tienes que responder de tus actos. Si consideramos otro aspecto más de este problema, la relación entre los padres y los hijos, hay muchos padres hoy en día en Francia, pero creo que puede decir lo mismo de Chile, que tienen hijos y después se deshacen de ellos, porque no quieren tener que cuidarlos y procrean de la misma manera que una gallina pone huevos y después salen corriendo. Son muy irresponsables. Este infantilismo es muy extremadamente divertido y a veces conmovedor pero no es compatible con una vida responsable.
J.Z.- Del otro lado la victimización. No se me quiere reconocer lo que valgo. Siempre me persiguen. Las cosas no están bien, por lo tanto yo soy una víctima. Este me parece a mí un fenómeno que va in crescendo en los tiempos que vivimos.
BRUCKNER- ¿Por qué? Por muchos motivos. En primer lugar, la democracia requiere de cada uno de nosotros que nunca estemos satisfechos con nuestras circunstancias: siempre puedes estar mejor de lo que estás, tener más. Es exactamente lo que ocurre en la oficina o en la fábrica. Como ya he mencionado, ¨me merezco algo mejor¨. Mis amigos ganan más que yo, ¿por qué mi sueldo es tan bajo? Tengo que pedir un aumento. La democracia exige que nunca estemos contentos con lo que nos ha tocado. Esto por un lado.
La segunda razón para justificar la victimización es que somos herederos de un siglo trágico, el siglo XX, en el que se produjeron genocidios y grandes totalitarismos. En consecuencia, la posición de la víctima, de alguien que ha sufrido mucho, de una manera muy compleja se ha convertido en una posición muy deseable. Si eres una víctima, estás al margen de los derechos normales, puedes tener cualquier temor que quieras, nadie puede acusarte, porque siendo una víctima estás al margen de la jurisdicción; has sufrido, por lo tanto, la gente tiene una deuda contigo y la deuda es para siempre.
El sueño de muchos ciudadanos en nuestra sociedad democrática es ser víctimas sin tener que haber sufrido nunca por nada, lo que por supuesto, no tiene ningún sentido. Siempre puedes encontrar un perseguidor: puedes decir que tus padres te violaron, que te maltrataron, que tus hermanos se portaron fatal contigo cuando eras pequeño, que tus profesores fueron muy duros, que tu jefe la tiene tomada contigo. Y este modelo de víctima es extremadamente popular. Como tú has dicho, está aumentando en todas partes porque tienes todas las ventajas sin tener que dar nada a cambio.
Ser una víctima es el sueño de la mayoría de la gente, incluso en las relaciones de pareja: amas a alguien pero después de varios años le recriminas que te pide mucho, que te exprime y te saca todo el jugo, que te quita la energía, el alma… Por eso se ven tantos amantes que son ¨tiernamente dependientes el uno del otro¨, volviéndose enemigos y viendo sus vidas como víctimas de la maldad del otro.
Tenemos que resistirnos cada día al simple el hecho de que pensamos que otros son responsables de nuestra infelicidad: me siento desdichado, alguien tiene que tener la culpa de ello. Sin embargo, esto no siempre es así; a veces, eres realmente una víctima, pero la mayoría del tiempo sólo eres víctima de ti mismo.
J.Z.- Casi al finalizar su libro, usted dice que no debemos albergar ilusiones demasiado grandes, que la liberación de los oprimidos no se va a producir. Suena pesimista.
BRUCKNER- Lo que digo al final del libro sobre la liberación de todos los oprimidos es cierto, pero en contra de todo tipo de filosofías pesimistas de la historia, lo que vemos hoy, en el mundo árabe demuestra lo contrario. Porque durante años se decía que el mundo árabe estaba predestinado por el islamismo por un lado y la dictadura por otro. Pero vemos es desde hace pocos meses, algo totalmente nuevo, algo totalmente sorprendente. 400 millones de árabes en el Oriente Medio y en el Magreb tratando de luchar de maneras muy complejas por la libertad y la dignidad y por eso la Historia, a veces, nos puede sorprender gratamente. Pero claro está que no podemos soñar con un mundo en el que todos los oprimidos serán liberados pero al menos, poco a poco, el norte de África, Oriente Medio, y tal vez mañana el África subsahariana se levantarán en defensa de sus derechos. Y eso es extremadamente esperanzador.
J.Z.- El sólo hecho de que se celebre hoy mientras conversamos aquí en Tilburg, en Holanda, un día por la filosofía, no le parece alentador, aunque sea un aliento pequeñito.
BRUCKNER- Creo que no está mal. Es una buena señal porque recuerdo que hace diez años en Francia se hablaba de suprimir la asignatura de filosofía en los institutos de enseñanza secundaria. Y poco a poco la filosofía que se suponía que tenía que ser limitada o suprimida de los planes de estudio está adquiriendo fuerza, no a través de las escuelas o universidades, sino a través de la sociedad.
De lo que nos estamos dando cuenta en Europa y creo que también en América Latina porque es la misma cultura es de que la preocupación por los problemas del hombre y de la condición humana son extremadamente importantes en la sociedad actual. Somos una sociedad secular, descristianizada, al menos en la Europa Occidental. Pero los enigmas filosóficos más importantes, permanecen vigentes entre la población: ¿por qué tenemos que morir?, ¿cuál es el sentido de la vida?, ¿en qué consiste una buena vida?, ¿podemos triunfar a través del amor?, ¿nos podemos considerar víctimas?, ¿podemos infantilizarnos sin tener que regresar a la infancia?, y, ¿qué es la libertad? Todo este tipo de preguntas pueden considerarse fútiles o superficiales, pero en realidad tocan fondo en las preocupaciones de la gente. Por eso un día dedicado a la filosofía es muy importante. Lo mismo que está ocurriendo recientemente en Francia, tenemos una revista sobre filosofía y cada vez más gente en pueblos, en pequeñas ciudades, en grandes ciudades, en cafés, hablan sobre temas filosóficos, lo que es una manera de reintroducir la filosofía, que deje ser sólo asunto de unos pocos, pero que pasé a ser de parte del interés general.
Felicidad y tentación de la inocencia, dos temas capitales que encontrará en esta entrevista con Pascal Bruckner. Fuente: rnw