Revista Diario

La finalidad de la vida no es ser feliz

Por Emmaamme

Nunca he sabido decir qué es exactamente la felicidad. Había algo que se me escapaba. He escuchado muchas definiciones (las mías incluidas) pero ninguna me acababa de convencer. ¿Qué es la felicidad? Yo sé que a veces me siento feliz, igual que otras veces triste. Pero no es un estado que permanece. Que se queda. Si soy honesta, no puedo decir que soy feliz. ‘Soy’ lo que siento en cada momento, aunque crea que ese ‘lo que siento’ está lleno de miedos, de caparazones, de vendas.

Creer que tengo todo lo que necesito para ser feliz no me hace ‘ser feliz’. Una cosa es lo que piensas, lo que tu mente te dice, y otra, lo que habla tu corazón. Quizás, y aunque parezca absurdo, simplemente no me siento feliz porque no lo soy, y no porque crea que el concepto de felicidad no existe. Igual que el del ego. Igual que el de la iluminación. Que son definiciones que se han creado para expresar algo que en realidad… no es real. Como el cielo. ¿Qué es el cielo? Las estrellas, la luna, los planetas, las nubes, el sol SON. Y el cielo lo vemos como el espacio en el que habitan. Pero ser, no es nada. Y la Nada, es nada, no es ‘cielo’.

Del mismo modo, no me siento nunca infeliz. Lo cual me indica que o hay un estado intermedio entre la felicidad y la infelicidad o que ninguna de las dos son verdad. Es curioso cómo desaparecen ‘las cosas’ cuando dejas de creer en ellas. Cuando les quitas el ‘nombre’ y todo lo que éste acarrea. Es como si a medida que vas siendo más consciente, te vuelves menos conceptual. Cada vez, tu mente tiene menos ‘nombres’. Hay más unidad. Hay menos ‘gotas’ y más ‘mar’. Más puzzle y menos piezas. Ves tu realidad desde una perspectiva más global.

Quizás, ésa sea la razón de por qué el ego, la felicidad o la iluminación ‘han dejado de ser’, si es que alguna vez me fueron algo… Es difícil expresar esta sensación con palabras.

Antes creía que TENÍA QUE ser feliz. Que había nacido para ello. Para alcanzar esa meta. Hasta que me di cuenta de que esa creencia estaba llena de lucha, de esfuerzo, de disciplina, de frustración, de utopía, de ‘futuro’, de ilusión. Y que cuando me la decía o cuando la escuchaba, no había nada de PAZ en ella. Me descolocó el pensar lo contrario. ¿Pero cómo no voy a ‘ser feliz’? ¡Si no ‘soy feliz’, nunca seré feliz…! Mi mente no quería soltar a la ‘felicidad’. Estaba demasiado aferrada a ella por todo lo que había leído, por todos los mensaje de ‘HAY QUE sentirse así para que tu vida tenga sentido’ con los que el sistema nos inunda, con los que MI sistema me inundaba. 

¿Pero cómo puede una ‘obligación’ hacerte feliz? Y vuelvo a lo que siempre digo. No puedo ser feliz si no me siento feliz, por mucho que la sociedad, que mis creencias me dicten que así debo sentirme. Creo que no es el camino para ‘LLEGAR A’, si es que hay algún ‘lugar’ al que llegar. Creo que hay mucho miedo detrás de ese ‘hemos nacido para ser felices’. Hay miedo a SENTIR. Al presente. A lo que HAY en cada momento. Hay muchas etiquetas aún colgadas, de las que no somos conscientes y que nos impiden vivir en Libertad. 

¿Cómo voy a ser feliz si tengo miedo a no serlo? ¿Si no acepto la posibilidad de no serlo? Es imposible. Cuando se actúa desde el miedo, es la mente la que te está guiando y no tu Alma, tu corazón. Cada vez que no me sienta feliz, me voy a juzgar, a condenar y a castigar. Que es lo que a mí me ocurría porque TENÍA QUE sentirme feliz, sí o sí. 

En este momento, floto en un No-Saber mi PARA QUÉ. Intento aceptar que la vida es simplemente vida. Que vivirla en su totalidad, sin excluir nada y excluyéndolo todo, sin juicios y con todos ellos, feliz o no feliz, es su única finalidad. No creo que una Rosa esté pensando en crecer lo más bonita posible, lo más roja posible, para ser rosa. Y que si no lo hace, su misión no habrá sido cumplida y tendrá que volver a nacer de nuevo… hasta que logre ser lo más bella posible. Como si por el hecho de tener un pétalo menos no lo fuera. Como si por el hecho de oler menos que otras no lo fuera. Como si por el hecho de brotar torcida no lo fuera…

Cualquier destino, misión o propósito, proviene de un pensamiento de NECESITAR ser algo más de lo que ya somos. Alejándonos del famoso presente en el que también HAY QUE estar. Como si alguna vez dejáramos de estarlo…

Cuando siento que no TENGO QUE ser nada más de lo que en este momento estoy sintiendo, pensando, haciendo y siendo, es cuando más PAZ hay en mí. Ahí es cuando me doy cuenta de mi verdad. De que todo ya es perfecto. De que yo ya soy perfecta. De que en lo sencillo están las respuestas. Y de que la ‘felicidad’ está sobrevalorada.

Sí, lo sé. Voy en contra de ‘la inmensa mayoría’. De cientos de ‘maestros’, sabios y gurús. De lo que se ha vendido, se vende y aún se venderá. Voy en contra de ‘la luz’, de lo ‘bonito’, de lo ‘positivo’. Voy en contra de lo que AYER creía y promulgaba. Ya. Pero, ¿sabes? Siento Paz. Mucha Paz.

Creo profundamente también que todas las enseñanzas, herramientas, que actualmente se están dando, a nivel espiritual, consciencial, de crecimiento personal, son importantes e imprescindibles. Más que nada porque si no, no estarían. Por eso, ahora, las respeto. Yo también las he utilizado, me han servido para llegar hasta dónde estoy-soy ahora, y aún siguen siendo necesarias porque hay mucho ‘público’ para ellas. Cada uno de nosotros está en una etapa del proceso. Y cada etapa tiene su aprendizaje. Pretender eliminarlas porque yo las considere ‘obsoletas’ sería como querer quitar la ESO cuando he llegado a la Universidad.

Con todo ello, no estoy diciendo que no tengamos que ser felices. Lo que quiero decir es que no TENEMOS QUE ser felices. Que es muy distinto. La INTENCIÓN con la que hacemos, con la que Somos, es lo que importa. Y no hay mejor intención que ‘ninguna intención’. Espontaneidad. Sorpresa. Autenticidad. INOCENCIA.

Claro que como donde dije digo digo Diego, puede que mañana (seguramente) CREA otra cosa. Hasta puede que vuelva ‘atrás’ (si es que estoy ‘delante’). Y de eso se trata. De confiar tanto en lo que hoy sabemos como en lo que, aunque sepamos, sabemos que no sabemos. Caminar por el suelo firme del vacío, de lo desconocido. Por ese Cielo que ES NADA (y que como nada puede serlo todo), que está en la Tierra y que es lo que en realidad pisamos instante a instante.

La finalidad de la vida no es ‘ser feliz’. Es Vivirla. Sentirla. Serla. Sin ninguna pretensión más y con todas ellas a la vez.

“La pelota que arrojé cuando jugaba en el parque aún no ha tocado el suelo” 

-Dylan Thomas-

Y quizás (sólo quizás), nunca deba hacerlo.

No hay nada que alcanzar. Lo hay TODO por SER


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LA FINALIDAD DE LA VIDA NO ES SER FELIZ
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