La decadencia o el renacimiento de un pueblo no depende de un programa económico malo o bueno, sino de la debilidad o consistencia de la idea que de sí mismo tenga ese pueblo.
El advenimiento al poder del capitalismo liberal individualista en 1789, arrasa con el concepto de la propiedad individual y familiar sustentado en el taller artesanal sustituyéndolo por el nuevo concepto individualista de la propiedad, fundada en el chantaje, que puede expresarse de esta forma: "yo tengo la máquina por mi capacidad económica; Uds., los trabajadores, aportan su inteligencia, esfuerzo físico, conocimiento, técnica, todo lo inherente al trabajo. Sin ustedes no hay producción posible, por eso, yo les pago un salario para que puedan sobrevivir y no morir de hambre. Sepan además, que el único dueño de la fábrica y de los medios de producción, soy yo, el patrón. Y si no les gusta mi propuesta, vayan a otra fábrica". ( Allí serán nuevamente chantajeados).
Este es el fundamento del robo liberal capitalista, que hace de la empresa su propiedad individual, cuando la estructura productiva debería ser una organización necesariamente comunitaria (no digo estatal). Esta desnaturalización patológica, no se produce solo en el régimen liberal individualista, sino también en el estatal marxista, pues ambos, que proceden de una misma fuente, "no son ideologías antinómicas sino etapas de un mismo proceso".
En el capitalismo de Estado, los obreros de una empresa, no tienen acceso ni a la propiedad ni a la dirección de la misma, pues todo le pertenece al Estado, único patrón. Por esto, el trabajador, dentro de ese régimen, sigue siendo un proletario, un asalariado del Estado. Como podemos observar, no hay nada más antisocial, que el tan publicitado socialismo capitalista hoy conocido en todo el mundo como socialdemocracia. Una especie evolucionada de reaccionarismo instalada especialmente en Europa.
Toda comunidad solamente puede vivir y desarrollarse si cada miembro de ella se incorpora a la comunidad para los otros( lo que no implica anular la libertad individual) y no se allega desde el comienzo con espíritu de reivindicación, propia de la dependencia, natural y propia del liberalismo.
La Política económica está correctamente dirigida si las medidas estatales coinciden, sostienen y fortalecen los valores de la sociedad que, detentadora efectiva del poder político, así lo quiere. Pero esto no ocurre en las sociedades en que hoy vivimos.
No se trata de que la economía procure ventajas a los individuos, no se trata, en ningún caso, de colocar en primer lugar, la mejor y más barata provisión de bienes materiales, sino que en primer lugar se encuentran los ocultados valores de la sociedad, de toda la ciudadanía, del pueblo en definitiva. Y, por supuesto, la salvaguardia efectiva de los derechos e independencia de todos y cada uno de los miembros de esa sociedad. De manera que la rentabilidad inmediata no es la idea. No es hacia la producción de bienes basada en la rentabilidad hacia donde debe mirar la economía, sino hacia la satisfacción de las necesidades sociales hasta que dejen de existir necesidades. La necesidad se hace eterna artificialmente.
Pero, ¿quienes se encargan de obtener los especímenes humanos adecuados a las necesidades económicas del capital?.. Pues los estados, controlados por una casta política compuesta de indignos moralista legisladores avidos que pueden serlo porque no existe control real y efectivo sobre ellos.
Así, aquí, el partido de izquierdas por excelencia del régimen de partidos de la monarquía clientelar española entiende el socialismo como un sentimiento de caridad. Por eso, humillando a los sujetos, con la técnica delpalo y la zanahoría, consiguen ocultarles el papel que se les asigna en el juego. El papel de víctimas de un desvarío económico-expoliatorio cuyo resultado es la procura y mantenimiento de la jerarquía social que se les ordena mantener; debiendo tener todos presente quienes son los que ocupan el lugar privilegiado en esta sociedad propia del XVIII.
Si con la dictadura de Franco solo él iba bajo palio, la “transición” posibilitó que el palio se compartiese por su heredero y los nuevos virreyes de las nuevas taifas todos incluidos en partidos políticos antinaturales. Su actuación, mientras pasean pavoneándose del poder usurpado que ostentan, pasa por mantener necesidades en la población. Y así ofrecer al capital a los democráticos siervos de la gleba ya humillados y adocenados. Ese es su papel en este asunto. El papel del Estado español es la producción de indigentes necesitados de socorro.
Alfred MacMardigan
