Jueves 26 de noviembre, 20:00 horas. Oviedo, Conciertos del Auditorio: Francesca Dego (violín), Oviedo Filarmonía, Pedro Halfter Caro (director). Obras de Corigliano y Sibelius.
El cambio de última hora de director tras la "indisposición" del venezolano Matheuz no supuso contratiempos pese a la dificultad del programa sino que todo pareció como reforzado con la llegada del madrileño Pedro Halfter que transmitió seguridad, decisión e ímpetu a los músicos, siempre desde el dominio de las obras (enhorabuena a quien realizase la rápida gestión de encontrar esta perla española para un programa ya decidido), la excelente concertación con la solista y sobre todo con la visión mediterránea de dos estilos tan dispares como el del finlandés Jean Sibelius y el cinematográfico "made in Hollywood" de L. A. (como llaman los americanos a Los Ángeles de un John Corigliano que no desentonó con el nórdico.
La violinista italiana Francesca Dego impactó y convenció desde la afinación previa con un sonido potente, de armónicos capaces de sobreponerse a una masa orquestal poderosa, con una técnica sobresaliente no ya en la mano izquierda sino con un dominio del arco que sacó del violín el verdadero espíritu del título de este concierto para violín y orquesta más su película correspondiente, "El violín rojo" con cuatro movimientos que nos llevan a distintos ambientes en la historia de un instrumento cargado de dramatismo con una escritura actual que no pierde referentes históricos y bien comentado en las notas al programa de Luis Suñén. Todas las secciones de la OFil sonaron convincentes, cómodas, con tensión y relajación en el momento justo, por fin una cuerda homogénea con pegada en el grave, carnosa, realmente jugosa en una partitura complicada de ejecutar por todos que el maestro Halfter llevó realmente bien. Impresionante la Chaconne primigenia y fílmica así como su crecimiento tímbrico, dinámico y rítmico desde un violín subyugante que irá "enrojeciendo" en carácter contagiado a toda la orquesta: percusión ajustada, metales seguros con unas trompas aterciopeladas y una cuerda redonda, más unos solos llenos de pasión y energía compartida. El Pianissimo Scherzo delicado y presente en todas las secciones mostró la calidad de una orquesta necesariamente más contenida alcanzando unas tímbricas etéreas realmente muy logradas, al igual que el violín de la italiana, armónicos claros bien arropados por una cuerda percusiva con los arcos ayudando a crear ese ambiente. El Andante flautando incidiendo en la misma onda positiva, luchando con los paraguas desmayándose con una cuerda este jueves convincente, con garra y rubricando las intervenciones solistas con unos graves que hacían vibrabar las entrañas desde un lirismo cálido pero aguerrido en una montaña rusa de emociones escritas con dinámicas vertiginosas plagadas de "sustos y remansos". Pero sobre todo el epatante Acelerando finale que sacó lo mejor de todos, director, orquesta (sobresaliente para la percusión) y solista, casi una danza macabra explosiva redondeando un concierto de nuestro tiempo estrenado por Joshua Bell en noviembre de 1997 que "la Dego" está haciendo suyo en este su tiempo.
Y dos propinas generosas para acabar de convencer de su dominio técnico al servicio de una musicalidad cálida, mediterránea, la Sonata nº 3 "Balada" de Ysaÿe y el Capricho nº 16 en sol menor, Presto de Paganini con exhibición cargada de sentimiento que me llevé a casa grabado con los otros veintitrés en el CD firmado por la elegante y guapa Francesca Dego, amable con todos los que se acercaron a charlar con ella.
El gran Sibelius (del que mi admirado David Revilla tiene el mejor blog en castellano) enmarcó al norteamericano, abriendo con Finlandia, op. 26 y cerrando con la Sinfonía nº 2 en re mayor, op. 43, con una Oviedo Filarmonía distinta a los últimos conciertos, pletórica en todas las secciones y entregada al magisterio de Pedro Halfter. El arranque del poema sinfónico (sin los coros, lógicamente) ya presentó un sonido compacto, tenso en todas las secciones, que el director y compositor madrileño se encargó de cuidar al detalle, metales sedosos a la vez que presentes jugando con trompas y trompetas más trombones con tuba, timbales protagonistas asegurando la pulsión, cuerda enérgica y limpia desde los contrabajos a los violines, solo algo "escasas" en número las violas pero sin merma de la sonoridad global. Sorpresa positiva escuchar esta obra "puro Sibelius", a la vez cálida como en un deshielo primaveral, ruptura del hielo que aún respira aire ruso pero con anticiclón mediterráneo, latino si se quiere aunque germano por una dirección clara y precisa, pletórica como nunca.
Y la segunda sinfonía que hemos escuchado varias veces en este mismo auditorio (recordando muy bien la que dirigiese a la OSPA mi querido Ari Rasilainen) sonó fresca y homogénea, esperable tras la primera parte, cuatro movimientos con el sello inconfundible y el carisma de un sinfonista como el finlandés, energía y claridad en toda la gama dinámica, Halfter transmitiendo conocimiento con cada gesto en una partitura exigente para todas las secciones de la orquesta hoy reluciente, entregada, convincente de principio a fin. No huyó el maestro de tiempos más serenos, sin renunciar a unos "rubati" bien entendidos como en el segundo movimiento -dejando disfrutar de los solistas-, el Vivacissimo-Lento e suave-attaca demostró que la formación capitalina rinde cuando se la dirige con las ideas claras a pesar del poco tiempo con que el madrileño ha contado, apostando por un final verdaderamente poderoso al servicio de ese Allegro moderato emocionante, música en estado puro. De no saber la trastienda de este concierto hubiésemos pensado que es su titular (creo que no importaría a nadie que lo fuese) por cómo llevó tanto la sinfonía como el resto del concierto. Una alegría tener un español entre las batutas de referencia mundial capaz de desenvolverse tanto en el foso como sobre el escenario, y este jueves volvió a demostrarlo con la OFil. ¡Bravo Maestro!