Revista Cultura y Ocio
La ventaja de asistir a una representación de un compositor como Mozart es que, aunque los cantantes puedan flaquear en algún momento, siempre queda su música, si ésta se interpreta bien la representación puede estar salvada. Y salvada estuvo la representación del día del estreno de La flauta mágica, la última ópera de la muy irregular, artísticamente hablando, temporada valenciana. A ello contribuyó especialmente la el Coro de la Generalitat y la Orquesta de la Comunitat Valenciana, muy bien llevada por Ottavio Dantone que se esforzó porque el más mínmo detalle de la paritura no pasara desapercibido, también lost res niños del Tolzer Knabenchor hicieron una gran labor, al igual que los acróbtas que suplían la carencia de elementos escenográficos. La propuesta de Stephen Medcalf, nada pretenciosa conceptualmente hablando, es muy interesante y arriesgada; no es fácil, con el cuerpo humano como vehículo, recrear serpientes, templos y monstruos, y hubiera resultado imposible si no estuviera apoyada tanto en una variada y cuidada iluminación como en un vestuario que la alejaban del típico toque naif (del que tantas veces se ha abusado en esta obra) y en una dirección de actores que desgraciadamente se vio lastrada por la incapacidad escénica de algunos de los cantantes principales. En definitiva, una Flauta mágica que pudiera haber sido extraordianria con otro equipo de cantantes pero que tampoco llegó a ser desastrosa gracias a la buena labor del conjunto. No voy a entrar en detalles sobre los cantantes, ninguno llegó a maravillarme, ninguno me estropeó la velada.