— Perdone, he visto lo ocurrido y me queda una duda: ¿ha admitido usted ser un imbécil?
— ¿Tiene usted algo en contra de los imbéciles?
— ¡Hombre yo...! - contesta titubeando
— Pues yo no tengo nada en absoluto contra ellos, por eso cuando me comporto como un imbécil no me juzgo por ello, que sería una segunda imbecilidad, sino que me río como cuando nos reímos ante un niño pequeño que ha pronunciado mal una palabra.
— ¿Me está diciendo que aprende de sus errores sin castigarse?
— Mucho más que eso, le estoy diciendo que me trato con amor, con cariño, y que no dejo de ver también en mis errores mi belleza interior. Por cierto, también estuve sintiendo la belleza interior de la persona que discutía sola.
— ¡Es cierto, usted no discutía!
— Hoy no me apetecía jugar a discutir -dicho esto el viejo se quitó el sombrero a modo de saludo y se marchó.
"Las aventuras del viejo indomable" - Primer encuentro
Texto de Carlos González Pérez (La Danza de la Vida)