Revista Comunicación
THE MASTER
data: http://www.imdb.com/title/tt1560747
De la verborragia de las primeras películas de Paul Thomas Anderson (i.e. “Boggie Nights” o “Magnolia), su filmografía derivó a obras en los que las palabras no se han reducido en número, pero han perdido peso específico para entender las acciones de sus personajes. Seres como Daniel Plainview o la dupla Freeddie Quell y Lancaster Dodd, no pueden ser comprendidos por lo que dicen, sino por lo que hacen. Tal vez porque ni ellos mismos pueden racionalizar sus deseos y sus acciones son guiadas por un impulso vital y siniestro, básicamente incomprensible.
Algunos pueden creer que “The Master” es la historia de L. Ron Hubbard y la Iglesia de la Cienciología. No parece lo fundamental. “The Master” es un estudio sobre la formación de un dogma. Sobre la necesidad del encuentro de dos partes: el que necesita creer, el que necesita ser creído. Esa es la profunda observación de Paul Thomas Anderson en una de las mejores películas de esta tanda de nominadas al Oscar.
“The Master” (como lo fue “Petróleo sangriento”) no es una película de fácil empatía. No es oscura, ni árida. Pero las principales cosas pasan en un segundo plano, más por lo que significan los diálogos que lo que esos parlamentos dicen en sí. El desencuentro final de Freddrie y Lancaster es un buen ejemplo. Su último diálogo define esa simbiosis de los personajes, esa necesidad de justificar sus psicopatologías a partir de la conformación de una creencia.
En la descripción de Anderson hay una interesante reflexión sobre la jerarquía que implica todo dogma, la imposibilidad de que el líder se permita la crítica. (La última escena de Laura Dern con Philip Seymour Hoffman es otro buen ejemplo de esto). Hay una revelación. Pero esa revelación es una construcción que se autojustifica, que no puede ser testeada con los hechos. Ése es el camino de cornisa por el que transita el creyente. El acto de fe necesita que el actor crea sin esperar pruebas. Tal actitud, define el acto religioso. Pero se expone a caer en el engaño o la manipulación. ¿Cuál es la línea que separa creer en una instancia superior o ser engañado por un inescrupuloso? Anderson no responde esa pregunta. Pero plantea la cuestión con la historia de Freddie y de Lancaster, sólo para advertir de la existencia de esa distinción. Usted crea, pero piense lo que le piden hacer como consecuencia de esa creencia.
Otra línea de reflexión apunta a los que mueven los piolines detrás de escena, la burocracia que se monta alrededor del líder religioso para estructurar el dogma, para hacerlo operativo. En “The Master”, ese papel lo cumple Peggy Dodd, la esposa de Lancaster, interpretado por Amy Adams. Ella es la que lleva a la nueva iglesia a otro escalón, la que le da forma, alejándolo de la anarquía creativa de Lancaster. En el último diálogo entre Lancaster y Freddie, hay una velada alusión a que ahora Lancaster ha pasado a ser otra pieza del mecanismo, que las decisiones ya no pasan por él. “Eres libre para ir adonde quieras. Pues, vete” le dice Lancaster “Alcanza esa libertad sin tierra y buena suerte. Pues, si descubres una forma de vivir sin servir a ningún amo, sea cual fuere, cuéntanos a los demás cómo lo lograste”. Lancaster es la cara de la nueva iglesia; pero Peggy es el cerebro.
“The Master” se sostiene en sus dos pilares protagónicos. El siempre sólido Philip Seymour Hoffman y la increíble actuación de Joaquin Phoenix. Su Freddie Quell es notable. La composición física de Phoenix para representar al atormentado ex soldado, obseso sexual, violento e inestable mental, es para destacar. Su postura encorvada, el gesto de sus labios marcados por una cicatriz, la mirada alterada, los músculos contraídos. Para un guión en donde lo sutil es crucial, la interpretación de Phoenix es fundamental. Un ejemplo de la química lograda por los protagonistas, lo da el interrogatorio de Lancaster a Freddie, al practicar su método, repitiéndole, una y otra vez, la misma pregunta, con la consigna de la imposibilidad de pestañear.
Mañana, las mejores frases.