Una simple tortilla, una comida sencilla, casera, que no se sirve en los grandes restaurantes. Un plato que no aprecias porque tu madre te lo ha preparado decenas de veces, sin que tú prestaras demasiado interés, ni se lo agradecieras más que maquinalmente.
Sin embargo, el día que preparas una por primera vez, resulta que no es tan fácil, la cocina “simple”, la cocina “casera”, es todo un prodigio, un difícil equilibrio entre habilidad, experiencia e, incluso, el cariño con el que se elabora.
Un pensamiento similar asalta a El Profesor, cuando se para a contemplar (y apreciar) la supuestamente humilde cena, que le prepara su asistenta, y comprende que no solo cumple con su obligación laboral, sino que hay mucho más en su trabajo, en su actitud, en su compañía.
Y este es uno de los temas más importantes de “La Fórmula Preferida del Profesor”, el descubrir los pequeños detalles que a veces damos por sentado, o que no saboreamos en su justa medida:
Un rayo de sol mientras te sientas en un banco de un parque, hacer los deberes con tu hijo, buscar un regalo a un amigo.
Otro de los grandes temas de este libro, que toca muchos “grandes temas”, bajo una apariencia “pequeña”, es la memoria, algo en lo que (como en el ejemplo de la tortilla), raramente se piensa, hasta que falta.
Y es que El Profesor no puede recordar los sucesos recientes, cada día comienza su relación con las personas que ha conocido, posteriormente a un accidente.
Quizá El Profesor no necesite recordar lo que ocurrió ayer, ni siquiera esa misma mañana, quizá esto ayude a un gran matemático, a un hombre acostumbrado a grandes premios, a apreciar la compañía de dos personas con las que normalmente no hubiera coincidido:
Una madre soltera, a la que nadie ha ayudado, empezando por el compañero de clase que la dejó embarazada, y su hijo, un niño que (superada la primera infancia) empieza a separarse sutilmente de su madre.
Y “sutil” es precisamente la palabra que mejor define esta historia. Son sutiles los placeres y alegrías que se reivindican, son sutiles las relaciones entre los personajes, son sutiles los indicios sobre el pasado e incluso sobre la identidad, con nombre y apellidos, de El Profesor.
Y sutil es el estilo literario, incluso puede parecer que se podría quedar corto, para nosotros, lectores quizá acostumbrados a que las historias se nos expliquen claramente, de una forma casi didáctica y con una única interpretación. Con una única “verdad”.
Nada de esto se encuentra en esta historia, formada por sugerencias, posibilidades, preguntas que quedan sin resolver (o quizá sí) y que son la base de un libro que deja poso, entre muchas razones, quizá por unificar tanto lo que se cuenta, con cómo se cuenta.
O quizá, no.
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