Hay quienes me preguntan: ¿qué se puede ver cuando se visita Salzburgo? A lo cual yo respondo con otra pregunta: ¿cuánto tiempo tienes? E, independientemente de la respuesta que obtenga, recomiendo unas u otras cosas. Ahora bien, lo que nunca puede faltar cuando se pasa por esta ciudad es visitar su fortaleza, a la que por estos lares se conoce como Festung Hohensalzburg.
Lo bueno que tiene este lugar es que se adapta a las necesidades de cada uno. Así, quienes tienen poco tiempo para verlo, pueden pasar una o dos horas visitando las partes más importantes, mientras que quien dispone de un día entero, puede dedicarlo a recorrer tranquilamente todos los rincones que se esconden en esta pequeña ciudad en las alturas.
En las próximas líneas voy a intentar contaros un poquito más sobre la historia de esta fortaleza, qué se puede ver dentro y desde ella y alguna que otra anécdota curiosa sobre la misma, de esas que se escuchan una vez en la audioguía o se leen en alguna parte y nunca jamás se vuelve a saber de ellas...
Situémonos en la Edad Media. Esa parte de nuestra historia que el cine y la literatura nos han acostumbrado a ver como una época caracterizada por caballeros con armaduras, justas, torneos y amor cortés. En el centro de Europa, allá donde las rutas terrestres y fluviales confluyen, se encuentra la Ciudad de la Sal, la más cercana a Hallein, el mayor depósito de sal de la época. ¡La sal! Ese oro blanco tan importante en una época en que no había neveras ni ninguna otra manera de conservar los alimentos durante largo tiempo sin evitar su descomposición. Al igual que ha ocurrido siempre con el agua, quien controlaba la sal, era capaz de controlar muchas otras cosas.
Precisamente para controlar (o proteger) una actividad, un territorio y a unas gentes era necesario contar con un lugar elevado, fácil de defender y al mismo tiempo difícil de ser atacado; y éste debió de ser el pensamiento de Gebhard de Helfenstein, un arzobispo de Salzburgo, que, en 1077, y en medio de una serie de disputas entre el emperador Enrique IV y el papa Gregorio VII (lo que se conoce como la Querella de las Investiduras), levantó una torre-anillo a la que rodeó de empalizadas. Y allí mismo se refugió cuando ese enfrentamiento se recrudeció, comprobando que la fortaleza era, efectivamente, inexpugnable.
No contentos con ello y en vista de que los vecinos de Salzburgo en la época (Baviera y Austria) mostraban un gran interés por este enclave, el siglo XV presenció una ampliación de la fortaleza, a la que se añadieron varias líneas de muralla y dependencias interiores para el personal y artesanos y para almacenar las provisiones. Así, de una torre original se pasó a una auténtica ciudad por encima de la de Salzburgo. El artífice de esta renovación fue el arzobispo Leonhard von Keutschach, de quien a día de hoy se pueden ver no pocos testimonios en cualquier parte de la fortaleza: entre otros, destacan las 53 remolachas / nabos que forman parte de su escudo de armas (y que se pueden intentar encontrar mientras se realiza la visita). Cuentan que este señor adoptó precisamente ese vegetal porque su tío se lo arrojó una vez a la cabeza...
Su sucesor, Matthäus Lang von Wellenburg, fue testigo directo de uno de los acontecimientos más sangrientos que tuvieron lugar en el centro de Europa durante el siglo XVI: la llamada Guerra de los campesinos alemanes. La fortaleza le sirvió, en este contexto, para hacer frente a las revueltas de la ciudad y al simultáneo, lento e imparable avance de los turcos. Poco a poco, dentro de estos muros se fue abandonando el concepto de residencia fastuosa para dar paso a un lugar de refugio, un cuartel y una prisión. Tal sería el nuevo carácter que adquirió el lugar, que otro de los arzobispos de Salzburgo, Wolf Dietrich von Raitenau (el mismo que ordenó construir el que a día de hoy se llama Palacio de Mirabell como residencia para su amante y madre de sus 15 hijos, Salome Alt), fue encarcelado aquí mismo por su sucesor, su sobrino y también arzobispo Markus Sittikus.
La última gran ampliación de la Fortaleza, que se desarrolló en paralelo a la fortificación de toda la ciudad de Salzburgo, corrió a cargo del arzobispo Paris Lodron (1619 - 1653), en época de la Guerra de los 30 Años. Así, a lo largo de 27 años, soldados, presidiarios, súbditos y mendigos reclutados a la fuerza equiparon a la ciudad y a la fortaleza con 4.000 cañones y fusiles pesados, manteniendo la leyenda de que ningún ejército enemigo había podido jamás conquistar la Fortaleza de Salzburgo, que finalmente cayó sin ningún tipo de resistencia en manos de las tropas napoleónicas en el año 1800. Poco después, en 1816, Salzburgo acabaría incorporándose oficialmente a Austria, comenzando así una nueva etapa en la historia de esta hasta entonces región independiente.
Hay dos maneras de acceder hoy en día a la Festung: o bien caminando (para lo cual hay que situarse en el punto que se ve en la foto anterior y, a partir de ahí, dirigirse en línea recta entre los dos edificios que se ven al fondo a la derecha, es decir, el que queda por detrás de la gran bola dorada y el que hay detrás de los puestecitos de souvenires, y caminar por esa calle que va ascendiendo hacia la izquierda) o bien mediante el funicular, con el que se tarda menos y desde el que se obtienen vistas más originales que si se sube andando.
Si se sube mediante el funicular y, una vez arriba, se gira a la izquierda, se llega al llamado Bastión del Foso de las Liebres, desde el que se obtienen vistas espectaculares del centro de Salzburgo:
Esta parte cuenta con cuatro torres cuadrangulares, que se añadieron alrededor del año 1500 con el fin de poder combatir a los atacantes desde un segundo piso defensivo.
Si se retrocede hasta el lugar de partida y se camina en la dirección contraria, se puede pasear por el lado opuesto de la muralla, a través del que se conoce como Bastión de Georg. Desde este punto se obtiene una panorámica impresionante de los Alpes, que han actuado durante siglos como frontera entre Salzburgo y Bayern:
Cuando se atraviesan las murallas se encuentra el Gran Patio. Es ahí precisamente donde se observa con mayor claridad que la fortaleza no fue simplemente un lugar de defensa, sino que en él también se hacía vida: hay un patio con un pozo, una iglesia, varios edificios en los que vivían los artesanos y demás sirvientes del lugar, etc.
De entre todos esos edificios hay dos que se pueden visitar, y que yo recomiendo que se haga. Hasta uno de ellos se llega siguiendo los carteles que indican algo así como "visitas por la fortaleza". Ahí dentro se recibe una audioguía gratuita (se puede elegir el idioma; el español está incluido) que va explicando el origen del lugar, las fases de construcción de la fortaleza, para qué se empleaban determinadas salas, etc.
Asimismo, también se sube hasta la torre más alta de toda la fortaleza, desde donde se puede ver todo Salzburgo e incluso, si ese día hace buen tiempo y no hay nubes, los pueblos más cercanos de Alemania.
Al final de ese recorrido se encuentra el último órgano gótico a nivel mundial, al que se conoce como el " Toro de Salzburgo ", debido a la forma en que "brama".
Este toro está relacionado con otro de leyenda, la cual cuenta que, durante un asedio, los habitantes de Salzburgo decidieron pasear un toro a lo largo de la fortaleza para que sus enemigos lo viesen. Y así, cada día lo pintaban de un color para hacer creer a los atacantes que en realidad tenían animales suficientes como para poder seguir resistiendo el asedio. Como fuere que quienes se encontraban atacando el lugar creyeran que los asediados realmente contaban con provisiones suficientes, abandonaron el lugar otorgando la victoria, una vez más, a Salzburgo. Y de ahí proviene el hecho de que a las gentes del lugar se las llame " Stierwascher ", es decir, "lava-toros".
El otro de esos edificios que se puede ver es el Edificio Principal, que se ve muy bien cuando uno se sube a la torre más alta de la que hablaba antes:
Dentro del mismo se diferencian dos partes. La primera de ellas es un museo de historia lleno de maquetas de la fortaleza y de la forma en que se construyó la misma, de elementos de la vida cotidiana (hay una reproducción de una cocina del siglo XVI), de aspectos religiosos (no se debe olvidar que, durante siglos, el poder político y el poder religioso en Salzburgo estuvieron en manos de la misma persona) y de temas militares, en el que se pueden ver desde armas y uniformes hasta reproducciones a tamaño real de determinados momentos históricos. He aquí mis favoritos:
Y por último, aunque no tenga nada que ver con las dos imágenes anteriores ni represente ningún momento histórico en concreto, mi vista favorita de este museo:
Aunque también tengo que decir que, si bien antes se entraba a esta sala directamente desde donde está tomada esta fotografía y, por lo tanto, el impacto era bastante mayor, ahora se entra por la puerta que se ve al fondo a la izquierda, de manera que hay que rodear a los soldados para verlos de frente y la impresión ya no es la misma. Una lástima.
La segunda parte de este edificio es donde está la parte más golosa de toda la visita, pues es la que corresponde a las habitaciones de los príncipes-arzobispos y la famosa Sala Dorada con su estufa de azulejos.
Antes de pasar a esas salas, os recomiendo que miréis detrás de eso que parece una pared azul, ya que al otro lado hay una especie de teatro de cartón articulado en el que se cuenta la historia de la fortaleza de una forma muy divertida. Además, se puede escuchar la explicación en alemán, en inglés o en italiano.
Como os decía al principio, dentro de la Fortaleza de Salzburgo se pueden pasar desde dos horas hasta un día entero. Espero que esta explicación os haya ayudado a recordar cosas de vuestra visita o que os anime a venir a Salzburgo a verla.