ERA INEVITABLE QUE, tarde o temprano, esa imagen acabara apareciendo. La ha publicado El Mundo, con el trabajo del periodista Fernando Lázaro, pero podría haber sido cualquier otro medio porque todos, imagino, la iban buscando. La actualidad tiene hoy esa otra cara, la de los féretros ordenados sobre una pista de hielo en filas clasificadas alfabéticamente y sin nadie que los vele.
El periodismo consiste en contar lo que pasa. Ocultar la realidad, una vez conseguida la información, no es servir a la sociedad. Mal que nos pese.
Cada uno, como es natural, tiene su propia opinión. Sobre la foto y sobre la manera de gestionar la pandemia. Los familiares de las víctimas, especialmente las del Palacio de Hielo de Hortaleza, opinarán que no aporta nada más que dolor; otros, en cambio, hablarán de su valor informativo por muy cruda que resulte.
Es una foto impactante y dura, escalofriante, pero que ayuda a tomar conciencia de la magnitud de la tragedia, no siempre bien asimilada tras el lento y mantenido recuento diario de muertos desde hace un mes. Los números, mal que nos pesen, pueden llegar a resultar fríos y ajenos.
Llegados a este punto, más que la foto en sí, me preocupa el creciente grado de odio y rencor que infecta las redes sociales. Si alguien albergaba el deseo de que el virus nos cambiara, visto lo visto, algunos hemos perdido toda esperanza.
Nada que ver, en todo caso, la imagen de El Mundo con el montaje de "un tercero" difundido por Vox -sobre un original del fotógrafo Ignacio Pereira − y su negativa a retirar de sus redes sociales la fotografía en la que se ve la Gran Vía madrileña llena de féretros cubiertos con la bandera de España.
Los de Abascal consideran que, pese al dolor de las familias, es importante "conocer la realidad" y denunciar que el Gobierno está "ocultando el número de muertos" por coronavirus, pero esa no es toda la realidad. Es una "verdad" interesada que solo contribuye a enfrentar y enfangar, que tal vez sea ese su único propósito.
La realidad, por incómoda que resulte, es la foto de El Mundo porque, más allá del lógico debate social que ha provocado, es un innegable documento periodístico de primera magnitud. Es la expresión gráfica de una pequeña parte de la tragedia que estamos viviendo.