Ahora que estamos en plena temporada invernal, recién estrenado diciembre, a mí me da por la playa. Ni la piso durante el verano —y eso que la tengo delante de casa—, pero cuando pasa la época del calor, me parece de lo más atractiva, romántica, evocadora, cautivadora, lánguida y mil adjetivos más que describan el estado de ánimo. Así me sentía cuando tomé esta foto, hará un par de años.
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En la bonita playa de Torredembarra no había un alma (o casi), un lugar fantástico para sentarse a leer frente a los reflejos del agua mientras te dejas acompañar por el murmullo de las olas. ¡Relax sin igual!
Además, me hace especial ilusión ver que, al fondo de la imagen, se puede entrever la escultura «Alfa y omega», obra de Rafael Bartolozzi, que fue retirada este mismo verano tras 19 años adornando el litoral de la población tarraconense. La corrosión había dañado profundamente la obra y, a pesar de las actuaciones de urgencia llevadas a cabo, el ayuntamiento decidió retirarla por seguridad.
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Con su obra, el artista unió el principio y el fin, el alfa y la omega, que es también una forma de denominar a Dios, en el alfabeto griego; un principio y un fin que, para los cabalistas, corresponde a la inmortalidad, pero con sello bartolozziano: la omega está al revés.
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