Estoy viendo la foto de un muerto. Miro su rostro, observo su cuerpo y me digo que ya no está: falleció. El es Rick Slayman y fue diagnosticado de enfermedad terminal de riñón el año pasado. En marzo, en el Hospital General de Massachusetts, se sometió a un trasplante de cerdo modificado genéticamente. En abril fue dado de alta hospitalaria y se abría ante él una esperanza; aunque para la ciencia se cerraban pocas incógnitas.
Ignoro si lo de Slayman fue generosidad o necesidad; aunque me imagino que de ambas cosas hubo. Que este señor fuera trasplantado con un órgano de un cerdo no es baladí, ni se puede pasar de puntillas. Este mes hace 40 años del primer trasplante de corazón realizado en España, en el Hospital de la Santa Creu i Sant Pau (Barcelona). Se hizo 17 años después del que realizó en Sudáfrica el Dr Christian Barnard. Durante esos años la mortalidad fue altísima y la lucha titánica.
La muerte de Slayman marca un punto de inflexión en la medicina de trasplantes. "Lo vi no solo como una forma de ayudarme, sino como una forma de proporcionar esperanza a las miles de personas que necesitan un trasplante para sobrevivir", escribió. El uso de órganos de animales podría ayudar satisfactoriamente a resolver la escasez de donantes. La ciencia y la medicina tienen que avanzar para que millones de personas en todo el mundo puedan disponer de órganos que les salven la vida.
La intervención se realizó porque no había más opciones de tratamiento. Se llevó a término bajo el protocolo conocido de uso compasivo, que permite la utilización de tratamientos y ensayos experimentales en personas para las que no hay otras opciones terapéuticas. Por eso, mientras veo su fotografía pienso en los que como él, estuvieron en los comienzos para que otros lo tuvieran más fácil. Al final todo se andará, pero no solos.