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"Faltaban poco más de 10 minutos para las seis de la tarde. Las condiciones eran perfectas para fotografiarla: día claro, marea alta... Además, sabía que volvería. La había visto minutos antes sobrevolando su cazadero favorito. Desde allí esperaría su regreso. De pronto, una silueta recortada en el horizonte. Era ella, el águila pescadora. Y venía hacia mi. A medida que se acercaba a mi posición, su figura se iba haciendo más y más grande. Hasta que por fin, debió considerar que era el momento de lanzar el ataque. Tras súbita sacudida de sus alas, ejecuta un vertiginoso picado que acaba en captura. Pero aquí, llega la fase más crítica de todo el proceso. La rapaz debe colocar al pez, que luchará por liberarse hasta el final, de tal manera que su posterior transporte resulte cómodo y sencillo. Completamente empapada, con medio cuerpo sumergido bajo el agua, la reina de la marisma trata de sujetar a su presa con firmeza. Esta circunstancia me permite ganar unos segundos vitales para preparar el "disparo". Los nervios se apoderan de mi. Mi pulso se acelera. No puedo fallar. Un potente aleteo, y el ave se eleva... ¡Ahora!"