Se disolvieron los imperios, se resquebrajaron los mitos, se rompieron los hombres. Los 1.567 días de la Gran Guerra acabaron con la fe ciega en el progreso. Las máquinas que mejoraron la vida la destruían ahora en segundos y desde kilómetros de distancia. Muchos de los supervivientes de ese horror de muerte y fango regresaron mutilados o atormentados por heridas invisibles. “Se vuelve de la guerra”, escribió André Breton, “pero de lo que no se puede volver es (…) de todas esas cosas que nos metieron en la cabeza y que en cuatro años convirtieron a seres que sólo quieren vivir (…) en seres angustiados y desquiciados”.
Phillipp Blom comienza con estos hombres rotos ‘La fractura’, su vibrante relato de las dos décadas de entreguerras. Si en ‘Años de vértigo’ nos invitaba a ver los primeros años del siglo XX sin la cegadora máscara de gas de las trincheras, como contemporáneos de esos hombres y mujeres que ignoraban que vivían una cuenta atrás hacia la destrucción de su mundo, en ‘La fractura’ reconoce que es imposible. La sombra de la IIGM nació apenas silenciados los cañones, en un mundo que “no había encontrado nada parecido a la paz”.
El historiador alemán repite su exitosa fórmula y dedica cada año a un tema concreto: 1919, a Gabriele D’Annunzio y su efímera toma de Fiume; 1929, a Magnitogorsk, la ‘Ciudad Magnética’ soviética; 1935, a las tormentas de arena que arrasaron Oklahoma y forzaron el éxodo de cientos de miles de agricultores. Inevitable hablar de Stalin, Hitler, Mussolini, pero Blom dedica más páginas a científicos y músicos, a escritores y deportistas, y consigue así atrapar el espíritu volátil de la época.
“El tejido mismo de la vida había cambiado desde 1900, y no se vislumbraba el fin”¸ escribe en el capítulo de 1930, cuando el fascismo ya es una realidad en Italia y el nazismo una posibilidad cada vez más aterradora. Tradición y modernidad se enfrentan desde las escuelas del medio oeste estadounidense, donde los fundamentalistas cristianos intentan desterrar a Darwin, hasta las grandes urbes de rascacielos, donde las mujeres logran liberarse por primera vez. En la URSS, Yevgueni Zamiatin ya había escrito su magistral ‘Nosotros’, pero pocos de los intelectuales occidentales que visitaban el imperio querían ver la mecánica esclavitud del ‘homo sovieticus’.
Síntesis titánica, ‘La fractura’ está repleta de personajes fascinantes, a través de los cuales Blom analiza ideologías, compara movimientos culturales, describe luchas sociales. Se cuela algún error: si Orwell escribió ‘Homenaje a Cataluña’ es porque, al contrario de lo que escribe Blom, no se alistó en las Brigadas Internacionales. “La tragedia del período de entreguerras radicó en no tener un futuro abierto”. ¿Compartimos algo con aquellos hombres y mujeres? Sí, afirma el historiador, un desencanto colectivo, “una sensación constante de inseguridad”. En definitiva, el miedo de vivir en un mundo roto.