Revista Opinión

La frustración del «Niño Emperador»

Publicado el 22 septiembre 2019 por Carlosgu82

Durante los últimos años, una gran cantidad de psicólogos de renombre, hablan del “Síndrome del Emperador”. Es el caso de Vicente Garrido, quien describe en sus publicaciones el auge de este trastorno de la conducta en la infancia.

Hablamos de niños con un gran control sobre sus padres y familiares más cercanos, que no conocen límites y que han desarrollado muy banalmente sentimientos como la empatía. Básicamente son emperadores de su hogar, ellos mandan y dirigen la cotidianidad de los adultos a golpe de rabieta. Años más tarde, estos crecen, dejan de ser infantiles, y se convierten en pequeños adolescentes con conductas agresivas, casos de violencia filio parental, y trastornos varios en salas de espera de consultas psicológicas. 

Los nuevos padres, se enfrentan a una crianza en un mundo con un estilo de vida social y laboral cambiante; horarios muy complicados para la conciliación familiar, prisas, estrés… además de un gran cambio generacional en la educación. 

El sentimiento de culpa por no poder dedicar tiempo suficiente a sus hijos, el cansancio tras largas jornadas laborales, la presión de no repetir un modelo tan rígido y autoritario como el que ellos vivieron en el hogar y la escuela… Crea modelos familiares donde la felicidad del niño se traduce en darle todo lo que desea, y de forma inmediata. Crecen niños sobreprotegidos y sobreconsentidos, que desconocen el “NO”, y enfrentarse a él, que tienen rabietas desmesuradas, verdaderos ataques de ira, y que manipulan su entorno hasta obtener sus deseos. 

En definitiva, niños que no saben frustrarse, niños emperadores, pequeños tiranos en el hogar.

Una parte clara del “Sindrome del Emperador” es la ausencia de tolerancia a la frustración, y esta, nos guste o no, es una parte fundamental de nuestra vida, enfrentarse a ella es clave para un equilibrio emocional y psicológico. Reconocer un límite y tener las habilidades necesarias para superarlo nos entrena para la autosuperación, el esfuerzo, la perseverancia. Todo ello se cultiva desde que nacemos y durante toda la vida. Todos debemos saber caer para levantarnos.

Las nuevas generaciones, se enfrentan a un mundo adulto, y no tan adulto, lleno de barreras que saltar, y sin habilidades para hacerlo por sí solos. No saben esforzarse, superarse, ni perseverar, lo que provoca un sentimiento de desilusión constante, que muchas veces deriva en una maraña de problemas psicológicos. Educamos futuros adultos que no están preparados para enfrentarse a las dificultades del camino.

Reivindiquemos la importancia del NO, dejen que los niños se frustren, se desilusionen a veces, que descubran sus posibilidades de superación, que desarrollen sus propios mecanismos de combate, eduquemos para la satisfacción personal, el esfuerzo y disfrutar una meta propia. No se trata de volver a una crianza rígida, autoritaria y antigua, si no en preparar para la vida; nadie puede protegerse siempre en el abrazo de sus padres, algún día nuestros hijos saldrán a la calle sin nosotros, y deben de estar preparados para todos los sentimientos humanos, entre ellos el de la frustración, el del NO.


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