Originalmente publicado en Litterae:
En aquellas tragedias griegas, donde el destino imponía su inevitable designio en las vidas de los personajes sofócleos, y ningún oráculo lograba librar de la fuerza epifánica y causística de errores de antaño a unos personajes inocentes que se sumían en sus terribles consecuencias sin que, a veces, ni siquiera ellos los hubiesen cometido, se nos revelaba que nada es susceptible de huir de un camino trazado por unas fuerzas generadoras que van manifestándose en un acontecer determinante hacia un desenlace trágico, único y previsto de antemano, imposible de cambiar.
Hoy veríamos el destino como el carácter propio de la inversión de vida con la que avanzamos a un final irremisible del que no somos conscientes y sí sufridores. Realmente, ¿somos los personajes de una historia escrita de antemano? Si es así, nada de lo que sucede es casual y somos las piezas de un rompecabezas universal que se va…
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