Ya he hablado en este blog de mi devoción por Antonio Buero Vallejo, cuyas obras acompañaron mi adolescencia y primera juventud. Uno de aquellos textos -leídos en la magnífica colección de Aguilar que recogía cinco obras de autores españoles estrenadas durante la temporada, y que conservo como un tesoro- fue «La fundación», una obra críptica y fascinante, en la que Buero, supongo, trataba de espantar los fantasmas de una prisión y una condena a muerte (que afortunadamente no se llevó a cabo) que le torturaron hasta sus últimos días): «A pesar de los años que han pasado, todavía me sigo considerando un vencido», me decía en enero de 1999 (poco más de un año antes de su fallecimiento), precisamente poco antes de la reposición de «La fundación» en el teatro María Guerrero.
No es una obra sencilla. Buero Vallejo juega a la desorientación, y dibuja un mundo feliz que poco a poco vemos que solo está en la imaginación de uno de los personajes; conforme transcurre la obra, el castillo de naipes se va desmoronando y el colorido velo que cubre la negrura de una vida sin aparente esperanza va cayendo poco a poco. Se desvela entonces el drama que hasta entonces solo se ha insinuado, la terrible realidad que envuelve a los personajes encerrados en la estancia en que transcurre la obra.
«La fundación» es una obra intensa, espesa, inteligentemente trenzada, con personajes dibujados con pinceladas poco definidas, a ráfagas. En todos ellos se adivina un terrible secreto que determina la trama de la función, y que Buero Vallejo va insinuando poco a poco con notable inteligencia dramática.
Llevar «La fundación» a escena en La Pensión de las Pulgas es un reto comprometido. El doble plano de fantasía y realidad que presenta, el mundo ideal creado por Tomás, y que juega en la obra un papel importante (además de otorgarle poesía al texto), tiene difícil reproducción en el pequeño salón del inmueble de la calle Huertas. Ruth Rubio asume, y supera, ese reto. La falta de apoyo escenográfico le hace centrar el foco en los actores (ha reducido el elenco de personajes con habilidad) y en la interpretación; son tan importantes las palabras como los gestos, a los que ha dotado de un notable y clarificador peso.
Los actores -Abel Zamora, Noemí Rodríguez, Julio Vélez, Juan Caballero, Javier Prieto y Vicente Navarro- interpretan la partitura que les propone la directora con afinación y adecuación al estilo, dándole cada uno el color justo a sus personajes.