Revista Infancia
En un tranquilo gallinero de una granja sureña vivían unas cuantas gallinas que pasaban el tiempo poniendo hermosos huevos y comiendo grano. En su día a día tenían pocas novedades y mucha calma. En ocasiones les visitaba el gallo, otros días el granjero y alguna vez el perro pastor les ladraba para asustarlas y divertirse un rato.
Pero una noche de verano, su vida cambió. Una de las gallinas salió a pasear y picotear el grano sobrante de la mañana. Y mientras disfrutaba del aire fresco, oyó un ruido extraño. Se giró, y vio unos enormes ojos que le observaban.
-¡Es un zorro!- gritó.
Y aterrorizada fue en busca de ayuda. Contó asustada que había visto al zorro. Y la gallina mayor del gallinero decidió salir a comprobarlo. Y, sí, allí estaba el zorro. Enfrente de ella, y con unos dientes enormes. Se acercó lentamente hacia él y empezó a dar vueltas a su alrededor, primero despacito y luego cada vez más rápido, más rápido y superrápido. Hasta que el zorro de seguirle con la mirada cayó al suelo mareado.
Al ver que ya no había peligro las otras gallinas salieron cacareando contentas.
-Eres nuestra gallina superhéroe, nos has salvado de ser comidas por el zorro.
Y tranquilas como cualquier noche de verano, se fueron a dormir. Hasta que el perro del granjero vino con ganas de jugar y empezó a ladrarles y a intentar arrancarles alguna pluma. Y entonces todas miraron de nuevo a la gallina mayor, quien se dispuso a salvarles y de un brinco se acercó al perro y empezó a darle picotazos hasta que huyó dolorido.
Al ver que ya no había peligro las gallinas salieron cacareando contentas.
-Eres nuestra gallina superhéroe, nos has salvado de ese desagradable perro.
Y por la mañana, como agradecimiento de tanto salvamento, con una pluma de cada una de ellas le tejieron una bonita capa en la que escribieron la letra S y la letra G de ¡SuperGallina!
Ilustración: Ana del Arenal
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