Hay cosas incomprensibles. Sólo accesible a mentes privilegiadas. Son una especie de laberinto donde el conocimiento no es capaz de adentrarse. Hablan de la física cuántica, de ciertos algoritmos macroeconómicos, pero eso no es nada, significan una dificultad menor comparada con entender cómo se calcula el precio de los carburantes.
Pongamos el ejemplo de la gasolina. Esta semana que ha acabado, el precio de la gasolina –una media de 1,26 € el litro de la súper 95— es el máximo de los últimos dos años.
Como quiera que me gusta analizar lo que se puede analizar, empiezo por ver los datos. Cuando se registró el máximo precio en julio de 2008 (1,27 euros de media), el barril llegó a 149 dólares, el viernes pasado el precio era de 89, o sea un 40% menos. Aunque es verdad que el IVA ha subido dos puntos y que el cambio del euro en relación con el dólar, en 2008 era de 1,46 euros por dólar contra el cambio actual: 1,32.
Basta hacer un cálculo sencillo teniendo en cuenta estas variables y sabiendo que los impuestos sobre el mismo son de aproximadamente un 50% del total del precio y nos sale que el precio de la gasolina no debería ir más allá de 1,18 euros el litro de la eurosuper 95.
Alguien tendría que explicar por qué el precio está en 1,26, o sea un 7% más de lo que parece que debería, y por qué además las empresas más importantes de distribución han igualado los precios. ¿No es raro? ¿Dónde está la libre competencia? ¿quién controla el cálculo del precio de la gasolina y que no se pongan de acuerdo los distribuidores? Y es que el que no corre, vuela.
Las respuestas a las preguntas anteriores las imaginamos. La respuesta a quién es el que lo paga, está clara: los de siempre.
Por cierto, que desde la OPEP ya han anunciado que no piensan aumentar la producción de petróleo, por lo que se espera, ahora que viene el frío en el hemisferio norte, que la demanda aumente y el precio, como consecuencia, también. Así es que prepárense, que esto no ha acabado. Esto se hincha.
Salud y República