Sarkozy y Bruni, a la hora de votar.
Martine, secretaria del PS. La derecha francesa sufría el pasado domingo, tras la segunda vuelta, un revolcón en las elecciones regionales, última consulta en las urnas antes de los comicios presidenciales de 2012. Aglutinada tras la UMP del presidente Sarkozy y acosada por la ultraderecha del Frente Nacional (9,2 %), la derecha debió conformarse con un vergonzoso 35,5% de los votos, mientras que la izquierda, encabezada por el PS y en alianza con los ecologistas y comunistas en la nueva “gauche solidaire”, conducida por tres mujeres, conseguía el 54,3%. De esta forma, las urnas censuraron a la derecha en el poder.
Paradigma de gestión presidencialista y mediática, Sarkozy salió muy tocado del embate. “Estas elecciones confirman el éxito de las listas de izquierda –afirmaba el primer ministro, Francois Fillon, minutos después de conocerse las cifras–. No supimos convencer”. Por su parte, Martine Aubry, primera secretaria del PS, satisfecha, pero no exultante ni triunfalista, afirmaba que los franceses “han rechazado la política injusta de Sarkozy, que ha hecho regalos fiscales a los que más tienen, ha protegido a los bancos y a los banqueros, pero que está poniendo en peligro la sanidad y la educación públicas”. Y pedía al gobierno “que escuchara el mensaje” de los electores que “sancionaron con su voto una política injusta”. Por su parte, el líder ultraderechista, Jean-Marie Le Pen, de 81 años, recordaba en televisión: “El presidente de la República nos dio por muertos y enterrados, pero todavía somos una fuerza nacional cada vez con más fuerza gracias a los patriotas”. La izquierda, formada por socialistas, ecologistas y comunistas, barrió literalmente a la derecha. Gobernará en 21 de las 22 regiones metropolitanas. La primera reacción de Sarkozy ha sido exigir la dimisión de su ministro de Trabajo. Los barones de la UMP (Unión para un Movimiento Popular) confiaron que los abstencionistas de la primera vuelta vendrían a rescatarlos. Pero no fue así. Y la izquierda conseguía un pleno, mientras los sarkozystas tocaban fondo. Tan abultado es el voto de castigo al Gobierno que el secretario general de la UMP, Xavier Bertrand, tuvo que aceptar que fue “un resultado decepcionante”, y el jefe de los diputados conservadores, Jean François Copé, más realista, habló de una “real derrota”.
Martine Aubry se legitima como líder del PS francés, después de haber sido elegida en noviembre de 2008 en un congreso tormentoso y fracasado, y tras un raquítico 16,4% de los votos en las pasadas elecciones europeas. La líder socialista se perfila ya como uno de los dirigentes que pueden aspirar a disputar a Sarkozy las elecciones presidenciales de 2012. Pero no está sola en esa carrera. No se puede negar que Ségolène Royal, su más directa rival en las filas socialistas, se ha alzado con la victoria, con un 39,8% de los votos de la región de Poitou-Charentes. “El resultado de esta votación tiene dos lecturas –explicó Royal en un discurso muy medido–: el de la adhesión de los electores a sus presidentes regionales y el del voto de castigo severo a la derecha”. El futuro puede ser muy discutido y trabajado para las izquierdas, así como calculador e imaginativo para un Sarkozy que no se conformará con cruzarse de brazos.