Son ya varias las nuevas generaciones de consolas las que llevo a mis espaldas, y no me cabe duda de que la recién estrenada es la que menos ilusión, curiosidad y expectación me ha generado. Es difícil analizar y comparar cada nueva generación con la anterior ya que sucede en circunstancias y preceptos dispares y, por leyes de la naturaleza, nosotros las hemos vivido a distintas edades.
Hay que asumirlo, por mucho que a los que superamos la treintena nos guste ir de veteranos y “viejunos” en esto de los videojuegos, somos todavía unos imberbes que hemos vivido cada uno de los cambios generacionales consoleros en ciclos de nuestra vida muy distintos como para compararlos. La nostalgia aplica generalmente un filtro sobre nuestros recuerdos que hipnotiza nuestros sentidos, evitando que podamos comparar en igualdad de condiciones el pasado y el presente.
Tengo el mejor recuerdo de un cambio generacional con la Nintendo 64. Tenía 14 años cuando arranqué por primera vez ese histórico Mario 64 y contemplé atónito cómo podía desplazarme en todas las direcciones de pantalla y mover a mi antojo a mi querido Mario. Sin duda es el shock tecnológico más grande que recuerdo en cuanto a videojuegos. Por aquel entonces, tener 14 años significaba ser todavía un niño, y la impresión que suponía para un niño que había empezado a jugar a videojuegos a la misma edad que había empezado a ir a la escuela descubrir esa inmensidad tecnológica es difícilmente equiparable a la de un adulto.
Ahora que lo pienso, creo que el salto de 8 a 16 bits no fue tan impactante como el de 16 a 32/64. Es curioso cómo los saltos generacionales han sido exponenciales hasta alcanzar un culmen donde empiezan a ser cada vez más sutiles. O al menos eso es lo que siento yo con cada nueva generación. Pero volviendo a mis remembranzas de nuevas generaciones, creo que la siguiente que más me impactó fue probablemente la de 128 bits, es decir, abandonar mi Nintendo 64 para coger el mando de una PlayStation 2 y estrenarla con un Gran Turismo 3 que me dejó de nuevo con la boca abierta. Tenía entonces 19 años y mi vida estaba en pleno climax adolescente. Entonces ya valoraba otros parámetros que probablemente no llegaría siquiera a apreciar en mi anterior salto generacional: sonidos, voces, doblajes, música, físicas, partículas, colisiones…por supuesto por aquel entonces a muchos de esos parámetros no sabría ponerles nombre o simplemente compartimentarlos como lo puedo hacer ahora, pero sin duda era capaz de apreciarlos en su conjunto y sentir que marcaban la diferencia. Eran nuevas sensaciones que nuevamente sintetizaban una nueva experiencia tecnológica distinta y distante de lo vivido hasta entonces.
El siguiente, y más reciente cambio generacional fue el de 2006. Todavía exprimiendo PlayStation 2 y GameCube al fin di el salto a Xbox 360. Parece que fue ayer y ya han pasado 7 años. Y 7 años, estimados camaradas, representan un cambio importante en muchas vidas. No obstante, el verdadero cambio generacional lo di cuando me deshice de mi televisor CRT de 17 pulgadas y me hice con una pantalla plana HD de 27 pulgadas, conectando mi consola mediante un cable por componentes. Esa primera partida en alta resolución a Lost Planet sí supuso ser consciente de que estábamos ante una nueva generación, al menos en el plano visual, que es generalmente el que más marca la diferencia. Pero esta vez no se trataba sólo de lo visual, había nuevas experiencias al mando de una consola que marcaban un antes y un después. En mi opinión la principal ha sido la explosión de los servicios online para consolas: descarga de juegos, conexión permanente con amigos, unirse con facilidad y rapidez a partidas online, contenidos descargables…en definitiva un enorme abanico de posibilidades que se abrían por primera vez en una consola.HD, servicios online y, cómo no, nuevos sistemas de control (Wii, Move, Kinect) han marcado a fuego esta generación que está dando sus últimos coletazos, y que considero una de las más importantes de la historia, por todo lo que ha representado a muchos niveles, sobre todo por “normalizar” más que nunca los videojuegos en la sociedad, aunque todavía quede camino por recorrer.
Quizás por haber sido la que cierra una generación tan importante e innovadora en muchos aspectos, la que acaba de abrirse parezca tan poco atractiva.
Nintendo ha querido usar la baza de innovar nuevamente con el control sacrificando la potencia técnica, pero la idea de la tableta-mando parece estar condenada al fracaso desde su inicio: una idea poco inspirada que parece ser un corta-copia-pega por un lado de ideas rescatadas de otros proyectos y por otro de las modas reinantes en el momento del lanzamiento. Ni siquiera la propia Nintendo parece saber qué hacer con su invento, y desde luego no serán las third parties las que le saquen las castañas del fuego.
¿Esto es lo que define la nueva generación?
Sony y Microsoft por su parte han sido totalmente conservadoras. Básicamente han recopilado todo lo que han ido incorporando a sus anteriores consolas y lo han vendido en un nuevo pack vitaminado y mineralizado con un paquete muy atractivo pero con un contenido muy justo. Si la máxima novedad de esta generación es poder compartir mis gameplays con todo el mundo –otra moda del momento- entonces es que alguien está muy falto de ideas, o muy falto de agallas. O yo soy muy raro, que lo soy, pero esa es otra historia.
Con el paso de los años hemos aprendido que los juegos de lanzamiento no son base fiable para juzgar el potencial técnico de una consola, pero también hemos aprendido que en cada arranque de generación hay nuevas experiencias o servicios que definen los pilares de lo que está por venir, más allá del puro aspecto visual y que son las que verdaderamente nos presentan un nuevo y prometedor futuro. Yo de momento no las he visto. Vale, quizás tampoco me he fijado. A lo mejor no me interesa. Vale, lo admito, la nueva generación me resbala. Obviamente como jugador dedicado que soy terminaré por unirme a ella para no quedarme fuera de juego, pero será más por inercia que por impulso.
No soy el único que muestra apatía ante esta nueva era en el mundo del videojuego, y me niego a creer que sea por la edad, como parecen alegar algunos. Si recién superada la treintena ya he perdido la ilusión por una nueva generación de consolas es que a lo mejor no soy tan “hardcore gamer” como me creo. Más bien, se están perdiendo las ideas, o se están perdiendo las ganas. Esto siempre ha consistido en ganar dinero, por más románticos que nos pongamos con los viejos tiempos, pero las tácticas para hacerlo han cambiado con los años y cada vez son más rastreras e invitan al conservadurismo. Más si cabe en esta mala etapa económica, otro factor que condiciona la comparación entre generaciones.
No sé si ésta es la generación de la apatía, pero desde luego no está la cosa para globos y confeti.
La entrada La generación de la apatía es 100% producto Deus Ex Machina.