Revista Educación

La gente

Por Siempreenmedio @Siempreblog

22 noviembre 2013 por cuinpar

A Yaiza Yastá, con gratitud

Ayer, después de mi ración semanal de Top Chef, me fui a la cama pensando en la condición humana (para que luego digan que) y segregando más bilis de la cuenta. Una concursante, haciendo uso de un privilegio que se había ganado, le retiró a otra de su lista de ingredientes el aceite de oliva, de manera que la segunda se veía obligada a cocinar prescindiendo de él, además de aguantar al típico grupito de matones de recreo: aquello era, como sabiamente lo definió un amigo, “la cocina del bullying”. Me fui pensando también en la miseria de los que ordenan retirar el nombre de Fernando Fernán Gómez de un teatro para llamarlo, previsiblemente, BBVA, Mango, Kinder, o cualquiera. Me quité un zapato pensando en los que matan su tiempo buscando la palabra perfecta para hurgar, la mejor manera de volver a abrir la herida para disfrutar como vampiros de la sangre que volverá a salir de ella. El otro zapato me trajo a la mente a los que, al más puro estilo Vanessa de GH I (¿vieron que me invade la intelectualidad?), no participan directamente, pero siempre tienen el brazo dispuesto para un buen ¡jódete! Ahuequé la almohada con un resoplido por los cobardes y me tapé hasta la coronilla sin saber si dormirme o salir a la calle a mandar a tomar por culo al mundo.

Elegí la primera opción, fundamentalmente por la hora que era y porque llovía, pero por la mañana me seguía rondando la matraquilla como una nube negra sobre la cabeza. La gente, en general, es una cabrona. (El café). Deberíamos extinguirnos de la faz de la tierra. (Un paseo con la perra). Me dan igual todos (el ordenador). Si no estuviera tan mal visto nos mataríamos a dentelladas, seguro. (Un whatsapp: “Estoy en un curso muy aburrido. Me comí un chicle y te hice un dibujo. Te lo mando). Entonces pensé en la amiga

Esta soy yo

Esta soy yo

que cocina de más y me lo mete en un táper, en el que me adelanta el euro cuando no aparezco en la reunión semanal para la quiniela, en la que me compra las entradas para los espectáculos que quiero ver antes de que se agoten y luego ya veremos, en mi vecina invitándome a un café mañanero, en los desconocidos genios burleteros que me han hecho reir con las parodias del anuncio (terrorífico) de la lotería, en la gente buena y lista. Y se me pasó todo un poco. Todo menos lo del aceite, Begoña. Esa te la guardo.

Y esto es un vídeo para las risas


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