Revista Coaching

La gente da el máximo cuando está feliz.

Por Iñaki González @goroji
La gente da el máximo cuando está feliz.

Es lo que tienen los fines de semana, que escribes con cierta perspectiva sobre la semana que ha pasado, y con vistas hacia la semana que va a empezar. Además, si escribes en domingo, y el fin de semana ha sido de los buenos, de los de disfrutar de risas y momentos mágicos con amigos y personas importantes de esas que guardas en un rinconcito en el corazón, pues todavía te queda esa adrenalina en el cerebro, además de un poco de resaca emocional (y de la otra), que hace que las teclas bailen al ritmo mágico de una buena playlist de Spotify.

Y ese es el estado mental en el que recupero de mi chistera de borradores esta noticia que se publicaba hace unas semanas y que, a los que me seguís desde hace tiempo, desde los tiempos de #F1Navarra, no os va a extrañar que el protagonista sea Fernando Alonso.

McLaren apoya la decisión de Alonso de correr el WEC: "Da el máximo cuando está feliz"

La gente da el máximo cuando está feliz. McLaren parece haber entendido que la felicidad de Fernando Alonso es su felicidad, ya que para los británicos es esencial seguir teniendo al ovetense en sus filas para que su proyecto de futuro siga avanzando, y todo pasa por que Alonso sea feliz compitiendo para ganar, que es lo que no ha podido hacer durante estos años en la escudería de Woking. La gente da el máximo cuando está feliz.

Argumento totalmente exportable a nuestras tristes organizaciones sanitarias, a esos profesionales sanitarios y no sanitarios (que ya está bien que siempre sean los del uniforme los que se miren al ombligo) que vagan como almas en pena por los pasillos de nuestros hospitales y/o centros de salud, con sus propias ambiciones, con sus ganas de darlo todo por el sistema, con ideas propias y ajenas que creen que podrían aplicarse en sus respectivas organizaciones, porque saben que otros pioneros ya lo hicieron en otras y la cosa funciona, esos intraemprendedores con la espalda cargada de flechas (parafraseando al amigo Mayol).

Pero no sólo eso, los hay más modestos, los hay que no apuestan todo al rojo, que se conforman con poder controlar y organizar las cuatro cuestiones básicas del día a día, las cuatro gestiones que realizan habitualmente con pacientes o con otras personas de la organización, y que por ser ellos precisamente quienes lo hacen, saben perfectamente qué funciona y qué no, y que no les costaría nada encontrar las microsoluciones que arreglen sus microproblemas, consiguiendo de esta manera un doble beneficio:

  1. Dar mejor servicio a su interlocutor (ya sean pacientes o ya sean otros profesionales de la organización), aumentado con ello la calidad percibida de los servicios prestados.
  2. Aumentar la felicidad de estos profesionales, que se ven reconocidos como interlocutores básicos en la gestión de los problemas de la organización, y que ven como haciéndoles más fácil su día a día, pueden ir a trabajar con otra predisposición, otra alegría en el cuerpo, pudiendo dedicar el 100% de su jornada de trabajo a tareas productivas y dar valor al paciente-profesional-persona.

Parece fácil, ¿verdad?

Pues va a ser que no lo es, porque las organizaciones sanitarias parece que se dedican a todo lo contrario, a dar por saco a sus profesionales, para que sean personas que parece que se estén quejando todo el día, no tengan la mente despejada ni predispuesta a solucionar los problemas de los demás, porque nadie se ha molestado en preguntarles cómo se podrían solucionar los suyos propios.

¿O será sólo cosa mía? ¿O será que sólo es lunes?


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