La gestión de Rajoy produce pena y tristeza, porque el PP, en sus manos, ha perdido su extraordinaria eficacia, ha decepcionado a los electores y dilapidado la mayoría absoluta, de diez votantes ha perdido siete; esto no es; son muchas las indecisiones y las decisiones erróneas, esto no es lo que se esperaba. Con el silencio, ha traicionado sus ideas y su política, ha hecho dejación de los principios y valores del PP. La contundencia en la tarea de gobierno de Aznar a favor de la unidad de España y de las libertades, es ya historia, queda en el pasado. La ciudadanía no ha entendido qué razón lo ha llevado a continuar la política terrorista heredada de Zapatero y a dejar consolidarse, por inacción, toda la legislación de ZP, junto con el trato indigno a las víctimas; y la actitud pasmada ante el desafío de los separatistas; como no atajar el asunto Bárcenas, debió, cogiéndolo por los cuernos, hacerle frente en el primer instante.
La indecisión es la tónica, no muestra su autoridad y mando, anda soñoliento. Es insulsa y anodina la política del PP en Cataluña y en Vasconia con los nacionalismos, los deja despilfarrar y les permite preterir y abandonar la defensa de la lengua común; la blandura con las “autonosuyas”, algunas en desobediencia, al no cumplir ciertas sentencias y mantener la inmersión lingüística no se puede entender; como el que no les haya exigido que recorten y que no se endeuden, y, hasta han legislado por encima del Estado. Todo ello, en lugar de la parsimonia, exige actuar e intervenir las competencias, como contempla la Constitución en el 155. Añádese la torpeza de sumarse a la desconcertante ola de reformas estatutarias y no acometer la reforma de las administraciones públicas; la pasividad en derogar las leyes que atacan la vida del nasciturus y no entrar a fondo en la defensa de la vida; así como la dejación y falta de medidas contra la corrupción propia y ajena y la falta de democracia interna; en definitiva, el desprecio e incumplimiento de su Programa y la subida de impuestos le han hecho mucho daño; la presión fiscal tiene sumidas en la dificultad a muchas criaturas que no llegan a fin de mes.
Los jueces han de hacer la elección de jueces, no los políticos, nada de repartos entre los Partidos. El programa electoral del PP contenía la reforma del sistema de elección de los miembros del Consejo G. del Poder Judicial; ha de explicar por qué ha rectificado una medida tan relevante para la regeneración democrática, que ha causado estupor y malestar entre militantes y votantes, que están en desbandada; así, Esperanza Aguirre lo muestra al pedir explicaciones a Gallardón. Todo el que ha tratado de corregir este marasmo y abandono de la ideas políticas tradicionales del PP, ha sido triturado, no ha podido, no le han dejado, se ha estrellado. Los electores, que se han hecho sus disidentes, viven el pasmo del sectarismo de ZP y el fatalismo de Rajoy.
La cúpula de este PP en su desastrosa e innecesaria suelta de terroristas, ha colmado el vaso. Esto ha originado un estupor y herida difíciles de mitigar. La caída de la doctrina Parot con la subsiguiente excarcelación de terribles criminales marca el fin, a la vez que el alejamiento y la desatención a las víctimas. Este PP no es el que se creía, ya es otra cosa.
C. Mudarra