Por mucho que durante los últimos siglos se haya querido minimizar -cuando no directamente ocultar- las profundas raíces musulmanas de buena parte de la península Ibérica ( ver Silvestre II, el genial papa que trajo las matemáticas árabes a Europa ) fruto de los 700 años de dominación árabe (recordar que los romanos estuvieron poco más de 500 años y mira la que armaron...), existen monumentos netamente cristianos a ojos de hoy en día que esconden tras de sí, y aunque no sea evidente a un primer golpe de vista, su origen netamente musulmán. Tal es el caso de uno de los iconos más representativos de la ciudad de Sevilla: La Giralda.
Un destino obligado para todo buen turista que se precie es visitar la Catedral de Sevilla y, en ella, su campanario, la archiconocida Giralda. En un principio, y a ojos poco avezados, podremos ver una alta torre que, ornamentada con arcos de herradura, arabescos y filigranas renacentistas, sostiene el espacio donde se ubican sus 24 campanas, rematado a su vez por una torre más pequeña coronada por " El Giraldillo", una estatua de bronce que hace las veces de veleta. El conjunto es de una gran belleza arquitectónica, pero hay que saber que dicho campanario es, ni más, ni menos, que la adaptación al culto cristiano que, tras la conquista en 1248 de Sevilla por las tropas castellanas de Fernando III de Castilla, se hizo del minarete que presidía la gran Mezquita de Sevilla.
Como acostumbra a pasar en cualquier guerra (y en las de religión, aún más), los vencedores o bien hacen tabla rasa con lo precedente o, lo que es más normal -ya que se requiere mucha menos energía y recursos-, intenten adaptar lo que encontraban a los nuevos usos y costumbres. De esta forma, encontramos ejemplos como la iglesia ortodoxa de Santa Sofía de Constantinopla que, cuando cayó en manos otomanas en 1453, les faltó tiempo para reconvertirla en mezquita. Quien gana reescribe la historia... y la arquitectura.
Sea como sea, durante la construcción de la Mezquita de Sevilla entre los años 1172 y 1198 (por entonces Sevilla era la capital de Al-Ándalus y uno de los más importantes centros culturales de Occidente) se decidió levantar un minarete de planta cuadrada que, tomando como referente el alminar de la Mezquita de Qutubiya en Marrakesh ( ver La fallida operación que acabó expulsando a los cristianos de Al-Ándalus ) -construido pocos años antes y que aún se conserva en la ciudad marroquí- mostrara el poder almohade en la Península. Y a ello se pusieron.
La Giralda, que se construyó en diversas fases, primero bajo el califa Yúsuf I y después bajo su hijo Abu Yúsuf Yaacub al-Mansur, consta de un basamento cuadrado de 13,61 metros de lado y de tan solo 3,30 metros de profundidad formado por grandes bloques de piedra a los que siguen -ya en superficie- otros tres metros de bloques de sillería en gran parte reaprovechados de otros edificios antiguos y murallas de Sevilla. No en vano se pueden observar pedestales romanos incluidos entre estas piedras, algunas de las cuales incluso conservan sus inscripciones en latín.
A partir de este punto -posiblemente provocado por uno de los cambios de arquitecto ( alarife) que sufrió la obra-, la técnica arquitectónica cambia, y en vez de bloques de piedra se levanta a base de ladrillo y mortero de cal, dejando en su interior un acceso formado por 34 tramos de rampa pavimentados con ladrillo colocado en forma de espiga. Esta rampa, si bien acaba en un tramo de escalera empinada, según parece pretendía facilitar el acceso a caballo del califa para poder admirar el paisaje sevillano, aunque no solo eso, ya que al subir en espiral está reproduciendo las vueltas que los peregrinos musulmanes hacen alrededor de la Qaaba en La Meca.
Así las cosas, el alminar musulmán alcanzaba los 50,85 metros de altura hasta la azotea desde donde el almuédano o muecín se encargaba de dejarse la voz convocando a la oración, a partir de donde se erigía un segundo cuerpo cuadrado, más pequeño, que hacía 6,83 m de lado y 14,39 de alto, que coronaba con una cúpula dorada. A esta parte, en 1198 se añadió un remate - yamur- de cuatro bolas de tamaño decreciente de bronce pulido (algunos autores decían que eran de oro) en conmemoración de la victoria del califa al-Mansur sobre los cristianos en la Batalla de Alarcos en 1195. Se había convertido en la edificación más alta de Europa en su momento y lo siguió siendo durante muchos siglos más.
Cuando en 1248, las tropas castellanas consiguen conquistar finalmente Sevilla, convierten la mezquita en iglesia, y mantienen la estructura básica musulmana hasta 1434, cuando se decide edificar un nuevo templo debido a las malas condiciones en que había quedado tras el terremoto de 1365. De esta forma, se derruye buena parte de la antigua mezquita y se levanta una nueva en estilo gótica que se da por concluida en 1568 cuando -ya en estilo renacentista- se adapta el sólido minarete como campanario cristiano y se le añade todo el cuerpo de campanas y cuerpos superiores que culminan con la colocación del Giraldillo. Todo sea el decirlo, al principio, lo que se llamaba "giralda" era a la figura -por aquello de que gira- aunque después la parte dio nombre al todo y se rebautizó la figura como "giraldillo".
En definitiva que, las culturas humanas, por mucho que nos queramos entestar en diferenciarlas unas de las otras por mil y un motivos, en realidad no dejan de estar todas ellas entrelazadas. Las vivencias, soluciones y respuestas a problemas de unas culturas son, muchas de las veces aprovechadas por las otras, haciendo del mestizaje una verdadera fuente de riqueza y sabiduría ( ver La Giralda de L'Arboç, un homenaje a una cultura admirada ). No hay, por tanto, ni mejores, ni peores, sino diferentes adaptaciones a diferentes realidades y es por ello que la belleza y la armonía en una sociedad solo se puede alcanzar cuando todos sus componentes están perfectamente integrados.
Como en La Giralda.