Revista Opinión

La globalización (1/5): Introducción

Publicado el 06 diciembre 2014 por Juan Juan Pérez Ventura @ElOrdenMundial

Convertido en una de las claves interpretativas del mundo contemporáneo, el concepto de la globalización no es unívoco. Por el contrario, es un concepto polisémico, generalmente asociado al énfasis dado por la literatura anglosajona de los años ochenta a una nueva economía política de las relaciones internacionales. Desde la última década (1990), este concepto ha sido ampliamente utilizado para expresar, traducir y describir un vasto y complejo conjunto de procesos interrelacionados. Entre los procesos más importantes destacan, por ejemplo, la creciente autonomía adquirida por la economía en relación a la política; la emergencia de nuevas estructuras de decisión que operan en tiempo real y con alcance planetario; las alteraciones en curso de las condiciones; la “descolonización” de los derechos, la desterritorialización de las formas institucionales y la descentralización de las formas políticas del capitalismo; la uniformización y la estandarización de las prácticas comerciales a nivel mundial, la desregulación de los mercados de capitales, la interconexión de los sistemas financieros y de seguridad a escala global, la reasignación geográfica de las inversiones productivas y la votabilidad de las inversiones especulativas; la unificación de los espacios de reproducción social, la proliferación de los movimientos migratorios y los cambios radicales acaecidos respecto a la visión internacional del trabajo; y finalmente, la aparición de una estructura político-económica multipolar que supone nuevas fuentes de cooperación y conflicto tanto en el movimiento de capital como en el desarrollo del sistema mundial.

La globalización tampoco es un fenómeno nuevo. Ya estaba presente, por ejemplo, en los antiguos imperios, provocando sucesivos impulsos de modernización económica, cultural y jurídica. En la época moderna se vio impulsada por la interacción entre la expansión de la cartografía, el creciente dominio de las técnicas de navegación por parte de los pueblos ibéricos y la propia evolución del conocimiento científico. Estos fueron los factores responsables tanto de los grandes descubrimientos y de los proyectos ultramarinos de Portugal y España a partir del siglo XV, como de las nuevas formas manufactureras desarrolladas en Génova, Venecia y otras ciudades del norte de Italia en el siglo XVI, haciendo posible el establecimiento de rutas comerciales globales, la explotación sistemática del oro y de la plata en las Américas, el inicio de un amplio y complejo proceso de colonización y la llegada de la civilización europea a los confines de Asia. Entre los siglos XVII y XVIII esos flujos mundiales de comercio y riqueza llevaron a la aparición de nuevos polos de poder en Europa, con el fortalecimiento económico, social y político de la burguesía, así como a la formación de estados nacionales unificados y centralizados en ese continente, además el advenimiento del mercantilismo. Más tarde, especialmente en el apogeo de la hegemonía inglesa entre finales del siglo XIX y el principio del XX, ese fenómeno se vuelve objeto de un tenso debate. Es un momento en el cual el patrón oro proporcionaba monedas automáticamente convertibles y estimulaba la creación de instituciones destinadas a garantizar el librecambio y las inversiones extranjeras, aumentando significativamente el movimiento de materias primas, productos acabados, productos semiacabados, capitales y servicios entre las fronteras nacionales. El debate versaba sobre el alcance de la interconexión de las economías relevantes, sobre las consecuencias de la internacionalización de los factores de producción; sobre las nuevas funciones del capital financiero; y sobre las implicaciones políticas y sociales del imperialismo económico.

Por todo eso, la globalización esta lejos de ser un concepto original o inédito en la historia, en la sociología política, en la teoría económica o incluso en la ciencia del derecho. Aunque con otra denominación, puede encontrarse en textos clásicos sobre la organización de espacios económicos autosuficientes y adecuados a la naturaleza mercantil de los imperios modernos. Lo que parece ser realmente nuevo es su aplicación a un proceso inédito de superación de las restricciones de espacio por la minimización de las limitaciones de tiempo, gracias al vertiginoso aumento de la capacidad de tratamiento instantáneo de un gigantesco volumen de información; a un complejo fenómeno de interacciones trasnacionales, donde la empresa privada progresivamente sustituye al Estado como actor principal, creando algo cualitativamente diferenciado de casi todo lo que se conocía hasta ahora en materia de ordenación socioeconómica y de regulación político-jurídica; y a la avasalladora e inconstante dimensión alcanzada por los movimientos trasnacionales de capital, especialmente el financiero.

Este proceso, este fenómeno y esa hipertrofia de la dimensión financiera son los resultantes de la convergencia de distintas e importantes transformaciones institucionales, políticas , organizativas, comerciales, financieras y tecnológicas ocurridas a lo largo de las décadas de los setenta, ochenta y noventa. En la década de los setenta, la explosión de la deuda federal norteamericana, la solución entonces adoptada para la financiación de la emisión de bonos del tesoro de los Estados Unidos, el creciente déficit comercial de su balanza comercial resultante del intercambio con las economías japonesa y alemana y la obsolencia de las normas reguladoras del intercambio económico, financiero y comercial abrieron camino a una amplia revisión estructural y conceptual del FMI, del Banco Mundial y del Acuerdo General sobre Tarifas y Comercio. Estas transformaciones se vieron aceleradas en la década siguiente cuando agentes productivos y gobiernos se vieron obligados a afrontar defensivamente los graves problemas de costes industriales, suministro de materias primas, pérdida de competitividad, caída de productividad e insuficiencia de escala, así como reformular sus respectivas políticas de inserción internacional, sus prioridades, sus orientaciones estratégicas y sus tácticas de negociación. Culmina todo ello en la década de los noventa con una profunda reorganización de la división internacional del trabajo, proceso en gran medida alimentado por las diferencias de productividad y costes de producción entre países industrializados y países en desarrollo.

Estas transformaciones fueron desencadenadas por diversos factores convergentes, de los que por lo menos dos merecen particular atención de cara a los objetivos de este trabajo. El primero de estos factores es la crisis del patrón monetario mundial, surgida con el fin del gold exchange estandard decidido unilateralmente por el gobierno norteamericano. Esta crisis llevó a la fluctuación del cambio, abrió camino a la progresiva desorganización del sistema de regulación creado mediados de la década de los cuarenta por el aseriado de Bretton Woods y posibilitó la apertura a los mercados internos de las economías desarrolladas a los productos industrializados provenientes del tercer mundo.

El segundo factor vino constituido por las crisis del petróleo de 1973/1974 y 1978/1979. La acumulación de los efectos de esas crisis se concretó en un aumento de cinco veces el valor real del barril, por lo que desnivelaron súbitamente los pecios relativos de los bienes y servicios; acentuaron los desequilibrios comerciales; alteraron las direcciones de los flujos del sistema financiero; potenciaron la inestabilidad de los tipos de cambio y de interés; llevaron al descontrol repentino de las balanzas de pagos; agravaron aún más el ya excesivo adeudamiento externo de los países en vías de desarrollo ; provocaron el aumento de la inflación en las economías industrializadas; frenaron el ritmo de crecimiento de los países desarrollados; y, finalmente, acabaron paralizando temporalmente los mercados.

EN EL SIGUIENTE ARTÍCULO… Explicaremos las principales características económicas y políticas del fenómeno de la globalización y sus relaciones con el neoliberalismo económico: especial referencia al significado político del llamado “movimiento antiglobalización” o “altermundismo”.


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