Los amantes de las sobremesas entretenidas con algo que merezca la pena están de fiesta. Celebran que un programa cultural, un concurso de preguntas variadas que abarcan todas las ramas del saber, cumple en antena, de manera ininterrumpida, nada menos que 20 años, algo doblemente insólito: por su inusitada longevidad y por su temática. Saber y Ganar, el programa que se emite todos los días por La 2 de Televisión Española (TVE), alcanza hoy la friolera de 20 años en antena, y lo celebra como cabía esperar: realizando unos programas especiales en los que vuelven a competir los concursantes más señeros del programa, aquellos “magníficos” que consiguieron permanecer 200 ediciones sin ser eliminados. Los seguidores del concurso, que los hay aunque sean una minoría comparados con los que congregan espectáculos más frívolos, están de enhorabuena porque, aparte de admirar a quienes son capaces de acertar una fecha histórica, un cuadro de cualquier estilo y época o una definición del diccionario, tienen la oportunidad de visionar momentos pasados y estelares del programa. Todo ello, además, conducido siempre, durante estas dos décadas, por el mismo presentador, sin que al parecer no pasen los años por él, el incombustible Jordi Hurtado, quien “da la cara” diariamente sin perder ni la ilusión ni la profesionalidad, acompañado por la voz invisible de Juanjo Cardenal y la presencia visible, para determinadas preguntas, de Pilar Vázquez. El programa se realiza, desde sus comienzos, en Barcelona, en los estudios de Sant Cugat de TVE, y está dirigido por Sergi Schaff.
Para una televisión pública y generalista como es TVE, entregada a la vulgaridad espectacular y a la manipulación y censura en sus espacios informativos, este programa encomiable no hace verano, es la golondrina esporádica que revolotea inexplicablemente por la parrilla del ente. Aunque nos alegramos del cumpleaños de Saber y Ganar, lamentamos que espacios similares no abunden en la programación de Televisión Española, tan ofuscada como está en competir con las televisiones privadas en vez de centrarse en ofrecer contenidos de servicio público y programas caracterizados por su calidad y por lo que aportan a los ciudadanos, quienes la financian vía impuestos. En cualquier caso, la golondrina de Saber y Ganar nos reconforta todas las tardes frente al televisor, haciéndonos soñar con un verano audiovisual plagado de programas dirigidos a la inteligencia, no a las vísceras y las bajas pasiones. ¡Felicidades, Saber y Ganar!