Revista Salud y Bienestar
No cabe duda que en los niños, la gordura suele establecerse a veces hereditariamente. Ya hablamos sobre ello. Muchos bebes nacidos normales, sin peso excesivo, suelen estar obesos al llegar a la edad escolar. Según los médicos, aun 60 por 100 de los casos de la obesidad es la llamada “gordura de la infancia”, aunque en muchas ocasiones esa expresión oculta un raquitismo, un hipotiroidismo, una distrofia adiposo-genital u otra enfermedad.
Algunos autores, como Freud y Bruch, dan gran importancia al ambiente familiar. Desde hace años se ha comprobado que los niños obesos son grandes comedores, y ello debería ser debido a algunas razones profundas. Bruch no descarta los factores orgánicos de la obesidad; pero como, en conjunto, le decepcionan, los abandona y queda con un fenómeno real y evidente: la sobrealimentación.
Haciendo un interrogatorio sicológico a los padres de los niños obesos, encuentra una serie de resultados tan uniformes que la orienta a una inadaptación social y un sentimiento de inseguridad. Este desequilibrio explica su comportamiento con respecto a la alimentación. La alimentación es la única satisfacción que permite la fijación de un estado moral, de un desarrollo afectivo. Es la sobrealimentación un descanso a la ansiedad y una justificación ante la vida. De esta manera vencen las frustraciones de su aislamiento social y la carencia afectiva.
El comportamiento de los padres es muy importante. La pasividad y despreocupación del padre contrasta con el lugar predominante de la madre en la familia, y muchas veces la sobre posición materna no es más que una tentativa para enmascarar una hostilidad subyacente y compensar una carencia afectiva.
“Este clima crea un estado de tensión afectiva en el niño, y al estimularse el hipotálamo surge la hiperfagia, es decir, las ganas excesivas de comer.”
Es preciso que los padres aprendan a conocer el valor de los alimentos y ayuden a su hijo a establecer nuevas normas (en algunos casos empezando por observarles ellos mismos) que le ayuden a comer con lógica. Son muchos los niños que no saben lo que es la verdura, el pescado o la fruta fresca, y solo comen tocino, huevos, carne, féculas y, sobre todo, muchos dulces y pan. Así es fácil engordar rápidamente, aun a expensas del buen funcionamiento del hígado o de los riñones.
Muy importante es el ejercicio; es curioso observar como estos niños obesos suelen reducir peso en verano (época de deportes) y vuelven a recuperarlo en las épocas frías.
Aconsejamos que se corrija la obesidad infantil y que y que se haga un estudio de su gordura, por si pudiera tratarse de una verdadera enfermedad, antes de que llegue la edad puberal, pues en esa época puede ya establecerse de forma permanente, no olvidándonos, además de que el niño, después de los catorce años, pasa ya a ser considerado como adulto en cuanto a tratamiento médico se refiere.