Revista Cultura y Ocio

La gramática de la falsedad

Por Daniel Vicente Carrillo


La gramática de la falsedad

Una característica definitoria de las afirmaciones religiosas es que sus errores son demasiado grandes para ser llamados simplemente errores. Siendo incalculables disparates, uno es movido a pensar si no pueden tener su propia clase de significado. Si yo dijera (22)+(22)=(45), un observador respondería, "Está en un error". Pero si yo dijera (22)+(22)=(3.000.000), el observador pensaría o bien que estoy loco, o bien que empleo un sistema de significados que no ha entendido.

La desproporción que señala Wittgenstein hace que hablar de "error" en el caso de las religiones sea abusar del significado de las palabras.
No es sólo el número de personas que ha podido incurrir en un error semejante, también es su calidad y el tiempo durante el que una tal opinión se ha mantenido. Igualmente, el hecho de que se trate no de un objeto trivial o de pura especulación, sino del fundamento mismo de la vida y la moral de muchos hombres, por no decir de prácticamente la totalidad de ellos. Y, por supuesto, el esfuerzo intelectual invertido en una cuestión así, frente a la que no se puede alegar que ha habido dejadez o falta de atención.
La pretensión del ateísmo de que todas las religiones son igualmente falsas en lo esencial convierte a éstas en un error demasiado grande, en tanto que por su magnitud no se parece a ningún otro error que conozcamos.

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