Adam McKay es probablemente uno de esos directores cuyo nombre nunca recordarás. Seguramente has visto los carteles de sus películas, en las que suele aparecer Will Ferrell, lo que te llevó a descartarlas inmediatamente como "otra americanada". Quiero que sepas que, para mí, estás equivocado. Pero oye, es cuestión de gustos. El humor es, sin duda, subjetivo. McKay ha firmado comedias como Pasado de vueltas (2006), Hermanos por pelotas (2008), Los otros dos (2010) y Los amos de la noticia (2013). Seamos sinceros, los títulos en castellano no ayudan precisamente a que estas películas se ganen nuestro respeto. Pero para mí, la ópera prima de McKay es una auténtica obra maestra del humor. El reportero: La leyenda de Ron Burgundy (2004) difícilmente será igualada en su increíble concatenación de gags estúpidamente divertidos.
Ahora bien. Resulta que McKay escribe y dirige La gran apuesta, nominada a un Oscar y a un Globo de Oro como mejor película. ¿Cómo es posible? Creo que el talento de McKay siempre ha estado ahí. Solo que ahora utiliza una historia actual y un reparto de actores con mucho prestigio. Christian Bale, Brad Pitt -que también produce-, Ryan Gosling y un Steve Carrell que era un asiduo de las comedias del director, pero que ya ha conseguido ser valorado tras su nominación por Foxcatcher (Bennet Miller, 2014). Con estos mimbres, McKay hace una película endiabladamente entretenida que utiliza todos los recursos a su disposición para contar la historia de la debacle del sistema financiero estadounidense y mundial. En este sentido, La gran apuesta es como uno de esos documentales de Michael Moore de comienzos del siglo XXI: te cuenta de forma divertida algo que en realidad ya sabías. McKay roza el documental, utiliza la voz en off, rompe la cuarta pared, se vale de gráficos, introduce imágenes reales e incluso se aparta de la ficción desvelando cómo ocurrieron realmente alguno de los hechos dramatizados. La gran apuesta es incluso pedagógica. En ella, un grupo de expertos inversores deciden apostar contra el sistema, es decir, se lo juegan todo a que el sistema es corrupto y a que todo se va ir a la mierda. McKay coge esa historia verídica -basada en un libro de no ficción de Michael Lewis, el mismo de Moneyball (Bennett Miller, 2001)- se da cuenta de que sus personajes son tan excéntricos como los de sus comedias y hace una película muy parecida a las que he citado antes. Porque en el fondo, McKay siempre ha hablado de lo absurdo de la cultura del éxito. Solo que si La gran apuesta es una comedia, la broma, no tiene gracia: indigna. Y por eso, es necesaria. Por cierto, la película hace explícita su deuda con El lobo de Wall Street (Martin Scorsese, 2014) con un cameo de la rubia Margot Robbie. Y con ello cimenta a la devastadora crisis financiera de 2008 como la sustituta del caso Watergate y de Vietnam como gran entonación de mea culpa en el cine estadounidense actual.